Como cada año el campesino siembra sus campos de arado. Sabe que después del duro invierno podrá recoger los frutos que la tierra le ofrezca. Y la verdad es que su tierra siempre ha sido generosa, alimentando al campesino y a su familia.
La familia de campesinos dedican sus esfuerzos a las tareas rurales. Mientras el padre se encarga de las tierras, la madre cuida la casa, y los hijos se encargan de los animales. Cada uno tiene una función determinada en las actividades del hogar. Procuran no pisarse los unos a los otros al tiempo que buscan sincronizarse para armonizar todas las tareas.
Con sumo cuidado y atención los animales abonan las tierras para hacerlas más fuertes y fértiles. Gozosas, las tierras acogen a los animales para que pazan en ella, ofreciéndoles un alimento verde y sano. Al tiempo la familia dona todo el amor a tierras y animales, dedicando cada minuto de su vida tras una sonrisa sincera. Mimando las unas y las otras, la familia se ve recompensada con abundancia en productos de gran calidad.
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Bastaría con que uno solo de los elementos empezara a actuar de otra forma para que el ecosistema se rompiera.