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martes, 27 de octubre de 2009

Pálida muerte

Levanto los ojos y me encuentro en el sitio equivocado. Quería evitar la eterna rueda que siempre gira. Llueven piedras que hieren mis carnes y mi pensamiento huye al refugio. La persona ha sido equivocada y las dudas corrosivas de mi carácter me volvieron a hacer prisionera de esta permanente cárcel. Palpo con las manos el polvo de los siglos acumulado. Huele a viejo, a humedad.

- ¿Quién está ahí? -silencio.

Esperanza, vana ilusión de un futuro siempre imaginado, engañosa trampa para huir de nosotros, del aquí, del ahora. Quise creerte, quise quererte. Creí amarte, creí querer. Quizás mañana. La noche cae y las estrellas corren despavoridas a esconderse del frío. Ni tan siquiera la luna osa saludar y el fuego de la hoguera ya dejó de arder dejando tras de sí un humeante recuerdo escindido.

- ¿Qué es lo que debo hacer? -silencio.

Dudo incluso de la veracidad de mis palabras. ¿Fui engañada y por quién? La pirata más tramposa de los tiempos me espera en el umbral con su pérfida sonrisa... Saborea el dulzor de la victoria largamente esperada mientras mi fracaso se me clava patéticamente en el corazón. Huele a sangre, huele a muerte. Y el dolor recubre el telón del fondo tiñéndolo todo de mayor ceguera.

- ¿No existe escapatoria de esta prisión? -silencio.
- ¿No existe salida para esta cárcel? -silencio.
- ¿Dónde está la llave maestra que ha de abrir el camino? -silencio.

Silencio, silencio, silencio... cuando es tiempo de pasión.

lunes, 19 de octubre de 2009

Dentro

Para cuando recobro el conocimiento, ya no se ve luz por ningún lado. En una lejanía que me resulta extraña, escucho el canto de los grillos y el croar de las ranas: es entonces cuando miro hacia arriba. Mis pupilas se adaptan a una oscuridad que se me antoja familiar y cercana. Logro adivinar mucho más arriba de donde estoy, la presencia en el cielo de una luna que parece extender sus brazos tratando de rescatarme de mi prisión. Me pongo en pie y saco el mechero alumbrando lo que parece ser el interior de un pozo. Llevo la mano a la nuca con cuidado y luego extiendo la palma ante mí: sangre. Observo a mi alrededor y siento por vez primera cierto temor: deben ser unos dos metros de diámetro los que conforman la circunferencia del pozo donde he caido y unas marcas en las paredes, hasta ahora en silencio, parecen susurrarme cuando las observo que no soy el primero en caer aquí. No hay insectos, no hay sonidos, nada... todo viene de fuera. Noto en los huesos un frío que me hace tiritar. Se me ocurre pensar que si existe el infierno, no debe diferir mucho de esto. Podría ser peor, podría haberme matado... ¿peor? no estoy seguro.
- ¡Ayuda!-
Por un momento mi voz resuena potente y escucharme tan fuerte me da una esperanza que dura apenas un par de segundos. No puedo evitar sonreír con ironía al pensar que ese grito de ayuda habría servido de mucho en tantas situaciones... Mi espalda resbala contra la pared lisa hasta llegar al suelo. Mis brazos abrazan las rodillas y mis ojos se vuelven hacia la luna. ¿Podemos pedir ayuda pero lo hacemos siempre en el último momento? Si la hubiera pedido cuando todos se preocupaban... cuando todos... Me doy cuenta de que estoy llorando cuando al rascarme la mejilla noto que está húmeda. No se cuando caí, solo recuerdo huir, escapar, correr y entonces... el empujón.
- ¡Socorro!¡Socorrooo!-
Mis ojos se abren de par en par: los gritos vienen de fuera.

sábado, 17 de octubre de 2009

Estresaud (Stress out)

Luz tenue.
Música suave.
Calma.

Nada importa.
Nada influye.
Nada existe.

Sus manos recorren lentamente su cabeza.
Movimientos circulares combinados con un poco de presión deben obrar el milagro.
Caricias y más caricias. Cesan. Continúan. Cesan. Continúan.
Placidez.
Su pelo se enreda entre sus dedos.
Nada importa.
Poco a poco y sin dejar de sentir el incesante movimiento, sus manos se deslizan hacia su cuello.
Sosiego.
Aquí los pulgares cobran especial importancia.
Presión sobre las cervicales en un perpetuo vaivén de movimientos. La cadencia y el compás, adquieren un grado vital. El efecto deseado se está engendrando.
Continua el viaje.
Nada influye.
Manos abiertas tratando de alcanzar el máximo terreno posible surcan las curvas de su espalda. Arriba. Abajo. Vuelta a empezar.
Tranquilidad.
Sus dedos recorren la ruta marcada por su columna vertebral.
El suave roce, casi imperceptible, de la yema de su dedo índice provoca en ella un mar de cálidas sensaciones.
Nada existe.
Paz.

Un suspiro se pierde en el aire.

-Mmmmmm...

Una sonrisa.

Misión cumplida.

jueves, 15 de octubre de 2009

Aquí y ahora



Es cierto. Para cuando te quieres dar cuenta el tiempo ha volado alto y lejos. Por mucho que alargues las manos, por mucho que extiendas los brazos, por mucho que te pongas de puntillas y estires todo tu cuerpo. Por mucho que hagas... el tiempo se ha ido.
Apenas hace dos días suspiraba con una sonrisa en los labios. Hoy camino cabizbaja por la misma calle de cada año. No puedo evitar mirar la punta de mis botas de montaña roídas por aquel tiempo que ya marchó. ¿Dónde quedaron? ¿A dónde se fueron?
La noche respira la tranquilidad usual. Las luces me miran fijamente pero no las veo; pasan desapercibidas en mi mente despistada. ¿Qué piensas? ¿Qué sientes? No puedo evitar responderme alzando los hombros. La lluvia resbala.
El autobús se detiene un centímetro de mi cuerpo más allá. Retrocedo unos pasos y busco a ver qué encuentro. Nada. Silencio. Sé que estás ahí... sé que quieres que me muestre... sé que quieres salir. No puedes... no debes... Silencio. El tiempo ya se fue.
¡Qué pequeños somos en este mundo tan enano! ¿Cómo recuperar un ayer que ya ha pasado? ¿Cómo centrarme en un presente tan cansado? ¿Cómo mirar hacia adelante con los ojos cerrados? Mundos y cabezas fragmentados.

Fragmentación espacial, fragmentación social, fragmentación espiritual, fragmentación fragmentada. Fragmentación rota en mil fragmentos.

El barrendero hace su ruta por las calles desiertas.
La última señora de la noche es tragada por la oscuridad de un callejón vacío.
Los gatos corren a sus refugios con el ron debajo de las patas.
Los lobos maúllan a lo lejos en un tono monótono y reiterativo.

Fragmentación...

En la puerta de casa hacen cola las palabras. Una tras otras esperan que la puerta se abra y poder entrar en el calor del hogar. ¡No! La regadora sirve el agua a las plantas que se abren sedientas de hambre. ¿Cuál es el arte? ¿Por qué todo esto?
¿A mí me lo preguntas? Pregúntaselo al sabio que una vez fue tu vecino. ¿Recuerdas? No sé de quien me hablas. Ni caso... lagunas en medio del desierto. ¿Qué podemos esperar? Ya te lo había advertido. Necesitas tiempo... ¿El que se fue?

Equilibristas en la cuerda floja. Alpinista en el Everest. Buzos en las fosas marítimas. Paso la escobilla del limpiaparabrisas y todos desaparecen: cuerda, Everest y fosas vacías. Coloco las últimas camisetas en el armario. No caben... no caben.

Las notas revolotean en mi nariz. Siento las cosquillas y me sacan de mis sueños. Vuelve el atardecer. ¡Buf! Por un momento pensé que todo era real...

viernes, 9 de octubre de 2009

Clientes

Clientes que entran. Clientes que salen.
El mundo fuera continúa su continuo movimiento.
Un helado de vainilla cae estrepitosamente al suelo.

Mientras me fumo un cigarro, me da la risa.

Clientes que hablan. Clientes que callan.
Hoy el mundo tiene prisa por llegar a la noche.
En la esquina suena el llanto de un niño desconsolado.

Me mira a través del espejo de la otra realidad.

Clientes que se amontonan en un vagón del nunca jamás.
Susurros en la tarde anochecen su mirada.
- ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?

Una cara cubre su máscara. Te miro abrumada.

Clientes que vacían sus tripas en la tienda.
La luna tapa el sol desconsolada.
No te muevas. Ahora vuelvo a tu regazo.

No puedo evitar quererte.

jueves, 8 de octubre de 2009

Reflexión sobre la libertad

Me siento a este lado del escritorio y no puedo dejar de pensar en ese momento en el que todo empezó:
Salía del metro a mi hora puntual después de cumplir con mi rigurosa jornada de 8 horas exactas. Ni un minuto más ni un minuto menos.
Subí las escaleras que me llevaban a los tornos de salida. Las multitudes se aglomeraban a uno y otro lado de las puertas de cristal. Unos pretendían acceder a los trenes y otros liberarse definitivamente al ruido de la gran ciudad, allá arriba.
Sin embargo, todos éramos civilizados y teníamos bien interiorizadas las normas: dejen salir antes de entrar.
La mitad de las multitudes, la que pretendía entrar a las vías, se arrimó a la pared del fondo para dejar salir a los que recién llegábamos del tren que ya marchaba lentamente.
Con una mirada de agradecimiento, yo y otros muchos cruzamos los tornos y viramos para ir a las escaleras mecánicas que nos conducían fuera de la estación. A un paso rítmico.
Todo era ordenado fuera de mi cabeza y, sin embargo, no podía dejar de preguntarme qué culpa tenían los alemanes en todo esto. Es algo que supongo nunca sabré responder, pues habría que remontarse a un pasado muy lejano del que ya no queda huella en nuestra sociedad orwelliana.
Afortunadamente, cuando mi mano reposó sobre la barandilla mecánica de las escaleras, la brisa de la gran ciudad vació mi cabeza de esos pensamientos y sentí de nuevo la libertad.

Mi amigo: El lado oscuro

Muchas veces en mi interior se desarrolla una pelea invisible a cualquier mirada curiosa. Todo se concentra en una especie de batidora y espero. Cuando termina el proceso no sé qué va a salir. La mayoría de las veces el color es blanco: el Yang vence. Pero en ocasiones, el negro es el que predomina. Un lado oscuro ante el que la mayoría de la gente sentiría rechazo, miedo... Sin embargo tras unos primeros contactos en los que no me entendía con ese Yin, he de decir en honor a la verdad, que tan mío es el uno, como el otro, tanto soy yo en una u otra vertiente. Y ese lado oscuro me gusta, y me gusta porque en más de una ocasión me ha llevado a buen puerto. No, amigo, no, no me abrazo a él, pero sí dejo que salga a veces. Lo he aceptado como merece. Bien es cierto que hay que ir con ojo con él porque un abuso sería el equivalente a una sobredosis, en definitiva: nada bueno.
Cuando miro al tipo que tengo ante mí que decía ser mi amigo, el primer sentimiento es ira. Es intensa, tensa los músculos de mi cara, hace que arda mi sangre, casi articula mi boca para escupir el infierno que arde en mi interior... pero nada de eso pasa. La batidora se pone en marcha. Aparece mi Yin, mi oscuridad y, ahora, mi calma. Me recuerda que el odio y la ira no me dejan pensar como podría. Mi respiración se tranquiliza, mis músculos siguen tensos pero el Yin, gana a la ira y eso me agrada. Cuando abrazo esa parte de mí, la droga del "lado oscuro" circula por mis venas, mi cerebro comienza a arrancar... y el mundo se detiene.
Mi "amigo" me observa con explicaciones que hace rato ya no atiendo pues sé que son mentiras. Lo sé, me he informado bien, he hablado con todas las personas a las que hace referencia y le he observado detenidamente desde hace días, con lo cual no queda resquicio de duda. El mundo se detiene... más que detenerse, se ralentiza dándome un tiempo precioso para pensar mi próximo movimiento. Cuando muevo los labios, es mi Yang el que habla con una tranquilidad que me asusta:
- Has cometido muchos errores, pero ahora mismo el que más me importa, el que más me duele, es que me mientes.
Trata de articular palabras que no llegan a salir, el nerviosismo le puede:
- Pero yo no pegué a tu... ni le hice nada a...
La tranquilidad me invade. Ahora ya no me queda más que dejarme llevar.
- ¿Ahora me llamas mentiroso a mi, a mi mujer, a Marta, a Laura, a Carla, a...? Y además me llamas idiota creyendo que vas a poder liarme con tus palabras.
- Pero...
Mi boca se tuerce, mi cabeza se ladea, mis ojos se entrecierran... primero: sus palabras cesan, al poco, es su respiración y su corazón los que se detienen. Hay siete mujeres en el mundo, incluida mi mujer, que ya tienen algo menos de qué preocuparse. Mi Yang, mi amigo, sonríe...

domingo, 4 de octubre de 2009

Destino

Caminas sin rumbo por una ciudad desconocida. De repente ante ti hay una puerta y en esa puerta un extraño picaporte. Nunca habías estado en esa ciudad pero esa puerta te es conocida. Hace ya mucho tiempo la viste en un misterioso blog en internet. Tomas el picaporte en tu mano y llamas. La puerta se abre y una voz en la oscuridad te dice "pasa, llevamos mucho tiempo esperándote". Entras porque sabes que tu destino va a cumplirse. La vida es una extraña red de causas y efectos... Y todo empieza aquí y ahora... Alguien escribe, y alguien lee, y todo tiene su inicio y su destino final... ¿Qué te espera tras la puerta, querido lector?