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viernes, 30 de julio de 2010

Carta a un desconocido

Mi querido desconocido,

Con la mirada perdida en los cristales del vecino repaso todas las cosas que me gustaría decirte. Entre tanto, de forma distraída, como los últimos ositos de goma que hace tiempo me regalaste, mi mente me transporta a lo largo de nuestros últimos meses compartidos, pasando por muchas de las historias vividas, de momentos amargos y de momentos dulces. No puedo evitar suspirar ante la eminente evidencia de que ya no estás. Y te hecho tanto de menos...

En un esfuerzo por recoger los pedazos de corazón dispersos en mi pecho, acopio mis últimas palabras en una hoja en blanco. No puedo evitar que la mano tiemble ante los recuerdos olvidados de lo que quise decirte. Y aprieto los ojos en el intento de recuperar lo que se fue, lo que fue. Tantas cosas por decir y tanto silencio abrumador...

Quizás, a fin de cuentas, de lo que se trate sencillamente es de decirte TE QUIERO.

jueves, 29 de julio de 2010

Conversaciones vacías

Primer día:
Estoy nerviosa. Llego a clase temprano. Tengo muchas ganas de empezar a hacer amigos, de compartir inquietudes, de escuchar y de que me escuchen... Seguro que lo pasamos bien.

Segundo día:
Le pongo mucho empeño en seleccionar mis aportaciones, intentando crear una conversación amena. La verdad es que cuesta bastante, más de lo que me hubiera imaginado.

Tercer día:
No obtengo muchas respuestas. Reconozco que le falta contenido a lo que digo. Inicio nuevas conversaciones, cambio algunas aportaciones. Ahora seguro que va mejor.

Cuarto día:
Me he creado una rutina para estar más presente. Aun falta soltarme más para ganar naturalidad en mis conversaciones... Bueno, más que conversaciones son monólogos. Algo no está yendo bien.

Quinto día:
Decido participar en conversaciones ajenas. Quizás por ahí obtenga mejores resultados. Por probar...

Sexto día:
Mis esfuerzos caen en saco roto. Empiezo a cansarme que ni siquiera me den los buenos días. Me siento invisible.

Séptimo día:
Empiezo a tener dudas de si merece la pena tanto monólogo vacío de contenido. Abandono.

lunes, 19 de julio de 2010

Espejos rotos

Gritos silenciosos en medio de la noche. Sé perfectamente que te has puesto una venda para no verme, para no oírme. Invisible, etérea me arrastro por la ciudad repleta de gente. Y sueño con el día en que todos esos desconocidos me hagan un coro para jugar al corro de la patata.
Triste en medio de la soledad, sólo me queda el vacío inmenso de los recuerdos amargos. Ni una gota de luz, ni un ápice de aire que llene de algo mis pulmones. Nada. Como ayer, como anteayer, como el primer día. Nada.

Callar, reprimir, llorar, aguantar, esperar. Silencio.

Sola en mi mundo de sueños donde sí puedo ser alguien. Sola en mis fantasías que me alejan otro poco más de este mundo que se esfuerza por echarme. La vida se ríe de mí a través del único mensaje de publicidad que me despierta de la irrealidad.
Vuelvo a mirar el hilo del que cuelgo. En el intento de no moverme para no caer en un abismo más profundo, me limito a gritar en silencio con la esperanza desvanecida de que alguien quiera escuchar ese dolor. Y vuelvo a lo de siempre: quizás algún día me roce la lotería con su suerte.
Quizás...

sábado, 17 de julio de 2010

Cielo e infierno

Camas vacías envueltas en silencio.
El ascensor baja, se aleja, a marchas trepidantes.
Ecos que aun resuenan en las paredes del ayer.
No tengo frío y sin embargo tiemblo.
¿Qué hemos de hacer?

El camarero tomó nota del pedido. Se le notaba su primer día de trabajo pues los nervios provocaban en el él unos ligeros temblores, un pulso traicionado. Repitió en voz alta lo anotado en un par de ocasiones.
Entre tanto que el camarero dirigía sus pasos hacia la cocina, ella esbozó una ligera sonrisa que inundó las paredes y los manteles blancos. Esa sonrisa que despertaba toda una serie de sentimientos que iban desde el amor más inocente hasta el deseo más ardiente.
- No podía ser de otra forma - dijo risueña.
- Para variar, desde que te conozco hace 7 años, tienes razón. Supongo que algún día dejarás de tenerla... ¿verdad? - no pude evitar poner cara dubitativa por muy seguro que quisiera mostrarme conmigo mismo en mis suposiciones. ¡Qué le voy a hacer! ¡Siete años sin equivocarse una sola vez generan dudas hasta en el más resuelto!

Trozos de porcelana vidriada.
Añicos de un cielo pasado.
Corazones, corazones con su reina.
Ojos que no ven:
¿cuánto tiempo hace que no me miras?

Me inunda la tristeza y la duda más recónditas, y no sé como salir a la orilla.
Ahí fuera el sol brilla y calienta las almas. Y yo sigo aquí condenado desde que ella me abriera los pulmones.
Me ahogo en los silencios de mis lágrimas.
Lo reconozco, soy invisible a unos oídos que no quieren escucharme.

Ahí estaba, firmando aquel papel con una sonrisa que desde el inicio de la ceremonia no se había despegado de su rostro. Estaba tan hermosa de azul... un azul puro jamás manchado, un azul puro.
Cuando la conocí años atrás jamás me habría imaginado que este momento llegara. ¿Quién me iba a decir que ella querría casarse con un zarapastroso de mis características? Ciertamente, aun no entendía qué podía haber visto en mí, cuando todas las personas que se habían cruzado en mi camino habían llegado a la única e inevitable conclusión de que más valía tenerme lejos.

Nubes de papel en un cielo pintado.
Las brochas aun están mojadas.
La ciudad tras los barrotes del balcón guarda silencio sepulcral.
No puedo evitar odiar el mundo...
O sí, pero no quiero...