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martes, 31 de marzo de 2015

Cultos Innombrables - Diario de Glenda Fox 01

El eclipse parcial de luna es inminente; quedan escasas horas. Parece ser que con él irá pareja una pesadilla apocalíptica que debemos evitar a toda costa. Simples mortales... No sabemos contra qué nos enfrentamos, pero parece que la dimensión de todo este asunto es inimaginable.
 
Por lo pronto, tenemos constancia de que Cutter y su banda de los Segadores Rojos está de alguna manera relacionado con la Llama Roja, gravado en un ídolo de piedra roja que se encontró en Vietnam a principios de los 70'.

Por otro lado, un mendigo cultista se nos ha aparecido en sueños para mostrarnos algo, guiarnos o llevarnos hacia una trampa. No quedan claras sus intenciones. Ahora nos encontramos en una nave industrial a punto de descubrir los entresijos de este misterio... Me temo lo peor...

martes, 17 de marzo de 2015

D&D - La forja de las almas

En una taberna cualquiera de Sembian, un día cualquiera, en mitad de la noche, se le pudo oír a Edana relatar la siguiente historia. Los espectadores, si es que se les puede llamar así, iban cambiando sin mucha conciencia de la pícara, más ebria que sobria.
-¡Traedme otra cerveza, tabernero!
No es cosa baladí entrar a las filas de un nuevo grupo. Los compañeros de viaje, de aventuras o de misión son tu mayor salvaguarda en los momentos críticos. Eso es algo que he aprendido a fuerza de bien, con muchas decepciones por el camino, todo hay que decirlo. Así que como siempre los nervios del primer momento se apelotonaron en mi estómago y por un momento olvidé las condiciones de cómo llegué a parar a la ciudad de Derlum... Diría que más que nervios era la excitación del momento, esa pequeña chispa que me hace sentir viva como cuando veo que la vida se escapa de los seres que prueban mis estoques (y dentro de poco el tabernero si no tiene a bien traerme mi cerveza); lo veo en sus ojos suplicándome piedad, llenos de pavor, para finalmente quedar vacíos de vida...
-¿Dónde está esa maldita cerveza? ¡Oh, sí! Más vale que traigas aquí el brebaje si no quieres que te vacíe los cuencos de los ojos, ¡maldito estúpido!
Ehhh... decía... El nuevo grupo me pareció sorprendente, dispar, y bastante poco común en comparación con los grupos que fui encontrando con anterioridad. En primer lugar está esa Ank, de la familia Ifren en Derlum, cuyo secreto me tiene intrigada. ¿Una humana que camina tan alegremente en la oscuridad? Uhm... Por cómo se movía, por su destreza con los estoques... me temo que no es muy diferente a mí. ¿Qué motivaciones puede tener alguien para esconder su apariencia ante los demás? A fin de cuentas, una es lo que es, y no debería avergonzarnos quienes somos. Aunque, ¿quién soy yo para juzgar eso cuando vivo mi vida en base a mentira sobre mentira? [risotada]. Hay veces que mi pasado se me olvida por completo, los rostros de las gentes que un día quise... ¡¡qué lejos quedó todo aquello!! Aunque aun no he olvidado mi propósito último en mi vida. [Largo silencio] No, Rogher, no me olvido de ti, ¿cómo iba a hacerlo?
Dando unas palmadas en la espalda del tabernero que finalmente le acerca su cerveza a la mesa, da un largo trago casi vaciando la jarra.
¿De qué hablábamos? ¡Ah, sí! El nuevo grupo... ¿Y ese semiorco? ¡¡Kragh!! Parecía fuerte y por un momento me hizo temer por mi vida cuando se nos enfrentó en las cloacas, pero bastó un par de estocadas para reducirlo. Siempre he creído que en este mundo existen seres que aparentan mucho y luego no son nada, y a la inversa... como aquel estúpido niño marcado de tatuajes... La intervención de Ank fue decisiva para reducirlo, aunque por un momento vi la duda en sus ojos. ¡Cuando hay un enemigo no debe haber dudas para matar! No importa si el enemigo fue amigo antes, ¡¡eso de la amistad está sobrevalorado!! Sentimentalismos... debilidades... y al final de todo eso, la muerte. Un descuido o la duda en el momento inoportuno puede tener consecuencias desastrosas. Siempre digo lo mismo: he visto morir a tanta gente por dudar cuando se tenía que matar...
Un golpe en la mesa termina por despertar a los pocos “espectadores” de Edana.
Una aasimar y una elfa completan el grupo. ¿Qué puedo decir de seres tan despreciables? Siempre con su sentido ridículo de la justicia. ¡Bah! Parecen todos hechos por el mismo patrón... Espero que Earanel y Zorya sean diferentes... porque soportar a una debe ser un calvario, pero a dos...
*** 
Escrito en el diario de Edana la siguiente noche en que se sucedieron los hechos:
Veréis, por motivos que no vienen a cuento, se me asignó la misión de proteger los intereses de la familia Dralax en el caso del robo en uno de sus almacenes. La “tranquila” y “apacible” ciudad de Derlum donde toooodo el mundo se lleva bien. Sí, claro...Vidas de señores y sirvientes... La misión parecía fácil: matar al ladronzuelo que había osado robar a la familia; y el plan no era menos sencillo: esperar en el almacén a que volviera. Era evidente que iba a volver, con todo aquel botín esperando... Lo que no me esperaba era encontrarme con esos putrefactos inmunes a mis ataques más devastadores... ¿cómo se llamaban? ¡¡Ghouls!! ¡Oh! Aun tengo su olor clavado en mi memoria, ¡qué nauseabundo! Afortunadamente, mi nariz está hecha para todo y pude tolerar con bastante acierto las consecuencias. Parece ser que estos putrefactos se colaron por la alcantarilla que hay en el centro del almacén; cómo fue a parar la llave a sus manos es un misterio, aunque no me gustó la actitud de Kragh en cuanto a la llave, y eso me preocupa. ¿Tendrá alguna relación con estos seres? Quizás fuera él quien les entregó la llave, y de ahí su interés por guardarla “a buen recaudo”... ¿Quizás le convino dejarse controlar por la estatua para atacarnos y quitarnos de en medio? Informaré de mis sospechas a la dama, por si ha de tomar buena nota de la relación con la familia Kraza.
El caso es que supongo que el olor nauseabundo debió afectarme de alguna forma porque cuando bajamos a las cloacas mi sentido del silencio quedó en evidente entredicho. Fue un milagro que saliéramos de ahí con vida y eso es algo que no puedo permitirme que vuelva a suceder. Mi descenso fue tan desafortunado que debí alertar a todos los seres que habitan en las cloacas y más allá de nuestra presencia. Aunque mucho me temo que el resto del grupo no quedó menos afectado, especialmente la elfa que tampoco estaba en su mejor momento para guardar silencio en la avanzadilla, por no hablar de su vómito interminable... ¡dioses, jamás había visto vomitar de esa forma a nadie! ¡Qué horror!
Tras un encuentro rápido con unas arañas, llegó el momento del encuentro con la estatua con vida, el Eidolon. Fue en ese preciso instante cuando descubrí la utilidad de la elfa salvaje: ¡menudos flechazos! Nada que ver con la anterior elfa salvaje que conocí, desde luego. ¿Cuál era su nombre? ¡Bah! Poco importa... Su ataque a distancia es digno de mis reconocimientos y puede serme de gran utilidad su amistad en los momentos más críticos. Quizás subestimé inicialmente a la elfa sucia... Quizás deba agraciarme con ella para estar más segura dentro del grupo...
Lo cierto es que el enfrentamiento contra el Eidolon fue largo y tedioso. Kragh y Zorya cayeron bajo su voluntad y nos atacaron ferozmente, aunque conseguimos reducirlos sin problemas. La estatua fue dura de roer, y sólo las fieras flechas de la sucia elfa conseguían hacerle algo. Y el perro... ¡había un perro! ¿Qué puedo decir del perro? De aquí para allá sin hacer nada, estorbando, provocando trompicones... No sería de extrañar que le cayera algún estocazo “sin querer” el día menos pensado... En cualquier caso, finalmente conseguimos reducir al enemigo y la victoria cayó de nuestro lado. Este grupo es más organizado a la hora del combate que el anterior... Nos llevaremos bien...

D&D - Conversaciones en la oscuridad

Anck-su-namun: ¿Cómo llegaste a Sembia? ¿Qué te trajo a Derlun? En mi caso ya os lo dije. ¿Qué planes tienes después de esta pequeña aventura a pos de Dariala Dralax? ¿Te contrató ella o simplemente mandó a sus secuaces hallar a alguien con tus habilidades? ¿Qué relación tienes, a todo esto, con la casa Dralax?
Edana: Desde hace dos semanas estoy al servicio de la familia Dralax. Podríamos decir que he pasado toda mi vida deambulando por los diferentes reinos de Faerûn y ha llegado el momento de asentarme una temporada... Parece que el destino tiene intención de calmar igualmente mi sed de aventuras en esta aparentemente tranquila ciudad... [risitas]. ¡Oh!, no me malinterpretéis Ank... ¿puedo llamaros Ank? No es que busque las desgracias de la ciudad, pero después de tanto tiempo en ninguna parte, una se termina por convencer que en todas partes la perversión y la codicia hacen mella en los seres que caminan sobre la faz de la tierra. Creo que puede sacarse una buena tajada [pongo énfasis con los dedos en ademán de “pasta, mucha pasta”] cuidando de los intereses de una de estas familias... si me entiendes... Pero decidme, querida, ¿cuánto tiempo lleváis en Derlum al servicio de los [nombre de tu familia]? Seguramente vos conoceréis perfectamente la ciudad y quizás podáis ayudarme a conocer bien a las gentes de aquí, especialmente los “menos deseables”, si me entiendes...
Anck-su-namun: Por desgracia no he dispuesto de mucho tiempo para deambular por la ciudad así que conozco poco. Lo que se dijo sobre mi grupo en la fiesta por el Consejo de la ciudad era cierto, llegué hace nada acompañando al joven Ifren. No me ha pasado por alto la presencia de la seguridad Bartras pero tampoco he recorrido toda la urbe. Sí me pareció que había alguna barriada más pobre y seguramente menos segura, mas no indagué.
Edana... veo que tienes la atención entrenada, siempre mirando alrededor para que no nos sorprenda ningún peligro. Y esa habilidad tuya con los estoques (me miro los míos mientras acaricio la empuñadura)... Parece que tenemos algunas cosas en común.
Edana: Cuando llevas toda una vida cuidando de ti misma aprendes a prestar atención a todo lo que se cuece a tu alrededor; seguro que entiendes de qué te hablo. No he pasado por alto vuestra gracilidad para moveros en la oscuridad, así que mucho me temo que vuestra apariencia es más bien engañosa [sonrío]. He podido ver cosas increíbles con mis ojos, y la magia hoy en día está al alcance de cualquiera. Sí, parece que quizás tenemos muchas cosas en común, y debo reconocerte que siento predilección por las personas que saben esconder sus mejores secretos a los ojos de cualquiera... aunque si me permites una recomendación, yo no descuidaría salvarme de “los nuevos” que entren en el grupo. Soy poco de fiar [con una sonrisa socarrona y burlesca] , eso ya te lo puedo adelantar, y valoro mi vida por encima de la de cualquiera... y, quién sabe qué verdaderas intenciones me han traído aquí, ¿no es cierto? [me río a carcajada limpia]. [De repente me pongo seria y te miro fijamente a los ojos] Pero conmigo podéis estar tranquila, Ank, no me interesa saber qué escondéis tras la magia que oculta vuestra verdadera apariencia, y a mis ojos seréis la humana que vos habéis deseado mostrar, y así lo sentenciaré ante cualquiera que me lo pregunte. [En un prácticamente inaudible susurro] Sólo espero que no seáis una de esas Aasimar [señalo a la clériga que duerme ¿con la armadura? “¡Válgame dios!”] porque eso sería bastante decepcionante, a fin de cuentas...
Anck-su-namun: Vayamos al grano, todos aquí ocultamos cosas, todos, al fin y al cabo, acabamos de conocernos. Sin embargo, y por contradictorio que parezca, eres tú, de entre todos ellos, la que me inspira más confianza. ¿Confianza? No, llamémosle afinidad, complicidad. También salta a la vista, si no juzgué mal, que no tienes escrúpulos a la hora de atacar alguien de tus filas, si llegara a ser necesario, y como pudiste comprobar, yo tampoco. Apuesto a que todos tenemos información que nos puede resultar útil. Yo misma, si las cosas van bien, compartiré algunos datos, hasta entonces, creo conveniente demostrar que todos tenemos algo que aportar, y ya que nos ha tocado compartir esta guardia, ¿qué te parece si recurrimos un rato al "he oído" o "qué me dirías si un hipotético alguien..."?
Edana: Mmm... Los escrúpulos no son buenos para sobrevivir, si me entiendes... Tu visión de la vida me gusta [sonrío sinceramente], creo que nos entenderemos. Me parece bien “jugar” un rato a los cotilleos [risas]. ¿En qué puedo servirte, Ank?
Anck-su-namun: Todas las familias por las que estamos trabajando tienen más o menos influencia en la región. Al parecer los Kraza aspiran a más, al comercio o al poder, no lo tengo claro, y viendo su amenaza de abandonar las defensas del norte, parece que van en serio. Desde luego hay tensión entre ellos y los Dralax. Los Dralax son gente sofisticada y poderosa, puesto que mueven mucho dinero, pero ¿qué contactos tendrían sin la influencia diplomática de los Ifren? Y podríamos seguir mencionando el rol de cada casa en esta ciudad. Sin embargo, a juzgar por las cualidades de los Kraza, no los veo moviendo los finos hilos del comercio. Está claro que si alguien está avezado a la delicadeza del trato y la negociación, esos son Dralax e Ifren. No obstante tampoco parece que se apoyen mucho entre ellos, y ya sabes lo que dicen, divide y vencerás. ¿Cómo lo ves? ¿Qué opinión tienes de todo lo que está pasando? ¿Tenías noticias de algo de esto? ¿Qué actitud han demostrado, en la “intimidad”, los Dralax?
Edana: Ciertamente los Dralax me parecen una familia peculiar. En la “intimidad” [risitas] han mostrado recelos, [con tono serio y bajando el volumen de voz] según ellos más que justificados, hacia las otras casas. Supongo que esto es normal cuando se manejan cotas de poder tan elevadas... Como os digo, llevo poco tiempo en la ciudad y mi estancia aquí es más fruto de la casualidad que de la voluntad, por lo que aun no he tenido tiempo de enterarme de lo que se cuece. Fuere lo que fuere no me huele bien, si me entiendes... [Bajando el tono de voz] Las dos llevamos poco tiempo aquí y parece que las dos nos hemos olido algo rancio en el ambiente.
Estoy convencida que en Derlum hay gentes que miran de reojo a nuestras familias, con intereses particulares poco nobles, quizás. Ahora mismo salvaguardar los intereses de mi familia me parece lo más razonable, en tanto la mano que me da de comer. Aunque llegado el momento, tampoco tengo intención de pasar aquí el resto de mi vida, si me entiendes... [risotada].
Quizás podrías ayudarme a investigar un poco el tema, bien compartiendo lo que te enteres de nuestros compañeros, bien haciendo pesquisas en la ciudad, una vez acabemos con esta ridícula misión de vigilar el almacén... Lo importante es atender a quién se le puede hacer preguntas o quién puede estar interesado en largar información a cambio de una compensación... si me entiendes...

D&D - Edana


Mi historia puede tener muchos principios. Normalmente la suelo contar desde que desembarqué en Ciudad Portuaria... Recuerdo como si fuera ayer ese día, y a partir de entonces se acontecieron los mejores días de mi vida. Aunque duraron realmente poco, si me entiendes...

Tenía sólo seis años y había atravesado medio mundo de la mano de mi cuidadora, una humana simplona con la voz tan grave que a veces daba miedo cuando hablaba en mitad de la oscuridad de la noche. La llamaban Tata, por algún motivo extraño que nunca logré comprender, pues no era su verdadero nombre. Aunque esos detalles, ¿a quién importa? Ni siquiera logro recordar cuál es... perdón, “era” su verdadero nombre.

Tata era la mejor amiga de mi madre, aunque no descarto la posibilidad de que fueran algo más que “simples” amigas. Tata adoraba a mi madre y por lo visto el sentimiento era mutuo. Recuerdo cuando mi madre yacía en el lecho de muerte que justo antes del último suspiro le pidió que me llevara a GoldenHort, la escuela, al tiempo que le ponía una bolsa de dinero en la mano y un trozo de pergamino con un sello que no supe reconocer en aquel entonces. De hecho, la muy perra no murió hasta que no consiguió la promesa de Tata de que me llevaría y me cuidaría y, cuando finalmente la obtuvo, cerró los ojos y se fue para siempre. Ni siquiera me miró, ni siquiera se despidió de mí; aunque tampoco me importó, la verdad. Tata sí me miró durante un buen rato. Supongo que sopesaba la promesa que acababa de hacer. Y me miraba mal, muy mal: a fin de cuentas, yo era lo único que le quedaba de mi madre, aquella mujer a la que Tata había adorado desde no sé cuánto tiempo hacía. Así fue como, sin mediar palabra, Tata me cogió del brazo y me arrastró fuera de la casa. Nos íbamos.

Como decía, desembarcábamos Tata y yo de un viejo pero robusto barco que nos había mantenido ocultos de los Buscadores durante un tiempo. Los Buscadores son una organización secreta que opera en todo Avalon y que buscan ajenos para practicar con ellos sus malas artes. Especialmente buscan Aasimar, pues les encanta verlos sufrir sin motivo aparente; no sé qué clase de experimentos hacen con ellos, aunque tampoco es que me interese lo más mínimo, la verdad. Por lo que llegué a averiguar más tarde, mi padre formaba parte de los Buscadores y parece ser que me andaban buscando por no sé qué motivo especial. ¿Amor partenalista? Lo dudo...

Ellos nunca buscan en alta mar, pues la mayoría temen al agua como si fuera el mal más temible sobre la faz del mundo. A qué estúpida leyenda deben haberse aferrado es algo que desconozco. Aunque lo cierto es que vivir en alta mar acaba agotando, con el vaivén de las olas y las constantes tempestades que todo lo azotan. Recuerdo que el primer día que embarcamos vomité varias veces y la cosa se repitió durante días hasta que, finalmente, conseguí acostumbrarme a lo de viajar en barco. Aunque no lo creas, tiene su truquillo...

El tiempo que pasé allí fue divertido y lo recuerdo con alegría. Los marineros son gente particular, provenientes de tierras de nadie, con historias oscuras a sus espaldas, quizás huyendo de vete a saber qué. Por norma general son gente silenciosa, pero supongo que una demonieta con cara de buenos amigos debió causarles alguna convulsión extraña en sus diminutos cerebros; el caso es que rápidamente me hicieron un hueco y al poco tiempo ya contaba con la confianza de algunos de los más veteranos.

Ciertamente, nunca me ha costado hacerme un hueco entre la gente. Ser una demonio no es cosa fácil y demasiado a menudo me toca aguantar las burlas de aquellos que son incapaces de mirar más allá de lo que su corta inteligencia les permite. Al final una aprende a convivir con la rabia continua, aunque en más de una ocasión les habría cortado el pescuezo si no fuera por el Juramento. El Juramento era un pacto que mi madre y yo hicimos cuando aun no sabía ni que el sol era el sol. Me hizo prometerle que jamás dañaría a un compañero por mucha burla que me profiriera. Nunca entendí el porqué de aquel Juramento, pero mi madre se lo tomaba tan en serio que supongo que me contagió de su entusiasmo.

Un buen día, estando el barco atracado en no recuerdo qué ciudad, le llegó a Tata un mensaje. Por lo visto se trataba de un informe en el que se nos informaba de que todo estaba limpio en Ciudad Portuaria y que ya podía ingresar en GoldenHort. A Tata le quedaba menos por cumplir la promesa que le hizo a mi madre...

¿Que quién era mi madre? Bueno, mi madre era una puta; quiero decir una puta de verdad. Se dedicaba a abrirse de piernas ante el primero que le arrojara dos míseras monedas al suelo. Supongo que así debí engendrarme yo; no tiene mucho misterio. Desde luego, aprendí muchas cosas interesantes del sexo desde bien pequeña, ya que mi madre usaba nuestro hogar para hacer su trabajo, y yo no me estaba de curiosear todo cuánto podía, aunque mi madre me advertía entre gemidos que me iba a llevar dos buenas hostias en cuanto acabara. Y normalmente me las llevaba, porque si algo bueno tenía mi madre es que era mujer de palabra. A parte de su trabajo, mi madre permanecía ausente el resto del tiempo; siempre tenía algún aldeano con el que coquetear o alguna vecina con la que cotillear. Eso sí, nunca faltaron flores ni pan en casa, aunque no es muy recomendable comer flores acompañando el pan, si me entiendes...

Así, crecí en la calle y nunca pisé una escuela hasta ese día en que me ingresaron en una. La idea, de primeras, me parecía absurda, y de segundas también. Con mi corta edad ya apreciaba mucho mi libertad como para acabar entre cuatro paredes maltrechas y bajo las órdenes de vete a saber qué estúpido humano. Pero con seis años, por lo visto, una no puede opinar, y así fue como Tata me llevó hasta ese rincón del mundo, y donde empezó parte de mi historia.

GoldenHort era una escuela para gente de bien. Al principio me costó encajar en aquel sitio, pues yo estaba acostumbrada a otro tipo de cosas, si me entiendes... Todo el tiempo Tata me reñía por esto o aquello. Y cuando conseguía zafarme de la mirada atenta de Tata, entonces les llegaba el turno a los profesores. Eran tres, dos de los cuales se mostraban tremendamente severos: Aakif y Tomorbataar. Sin embargo, Indranna fue una profesora que en seguida se hizo conmigo.

Indranna no tenía nada que ver con el resto de los mortales. También era una Tiflin y su voz siempre era dulcemente siseante; tenía una tremenda paciencia conmigo. De ella aprendí a sumar y restar, a leer y escribir. Siempre me contaba apasionantes historias de Avalon, o curiosidades interesantes sobre los animales. Gracias a ella adquirí la afición de curiosear y buscar respuestas a mis preguntas tras los libros. Me aficioné a las ciencias naturales, seguramente influenciada por la pasión de Indranna. Cuando marché lamenté enormemente su ausencia, aunque no creo que le gustara lo que hice, si me entiendes...

Lo cierto es que durante todo este tiempo fui feliz, a pesar de Tata que cada día se empeñaba en mostrarme más su descontento conmigo. A menudo me entraban ganas de gritarle que por mucho que me odiara a mí no iba a servir para recuperar a mi madre. Yo era diferente a ella, muy diferente; mi sangre Tiflin había marcado una gran diferencia, y eso Tata no lo soportaba. Pero como digo, a pesar del tormento de mi cuidadora fui feliz: Con los compañeros me llevaba bien, a pesar de sus continuas bromas a propósito de mis cuernos, de mi color rojizo de piel o de mi cola... Me sentía que, a mi estilo, encajaba en aquel sitio, y al final conseguí incluso gustarles a Aakif y Tomorbataar, aunque continuaron con sus broncas diarias. Creo que la bronca forma parte de sus vidas y que si dejaran de hacerlo sencillamente morirían. Y, al final, una se acostumbra a todo, incluso a las impertinencias.

Sin embargo, allí también estaba Rogher, con quien compartía sala para dormir. Rogher era un envidioso y por lo visto estaba enamorado de Indranna. Cosas de críos. En su mente infantil no veía con buenos ojos el hecho de que Indranna cuidara tanto de mí, y desde el primer día dejó palpable su creciente odio hacia mí y todo lo que tuviera que ver conmigo. Los desencuentros durante los ratos de descanso eran habituales, y todo el mundo era conocedor de la situación. Pero jamás me imaginé que alguien tan pequeño pudiera ser tan insensato y llegar tan lejos, si me entiendes... El caso es que Rogher sabía de la mala relación que existía entre Tata y yo, así que aprovechó este punto débil para causarme daño. Durante tiempo y en secreto envenenó los oídos de Tata con habladurías sobre mí hasta que finalmente la cuidadora empezó a tener un comportamiento incluso violento contra mí.

No recuerdo exactamente qué sucedió ni cómo. Todo fue muy rápido, como mi mente en eliminar los recuerdos de algo tan doloroso. Sucedió durante una de tantas noches sin luna, durante el silencio sepulcral de la escuela cuando todos dormíamos. Ni siquiera los perros vigilantes permanecían con actividad aquella noche... Recuerdo despertar y ver el lecho de mi compañero vacío. Algo se arrastró a mi derecha y allí estaba ella, con el puñal en la mano, chillando como una loca: “¡¡Muere!! ¡¡Muere, hija del averno!!”. Después ya sólo puedo recordar su cuerpo tendido en el suelo sobre un charco de sangre; dejé caer el puñal de mi mano en el momento que alguien empezó a reír tras de mí. Era Rogher, con los ojos desorbitados. Reía sin parar. Me entró miedo, mucho miedo. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había sucedido aquello?… ¿Había sido yo?

Y la única solución que se me ocurrió fue salir corriendo y dejar atrás tres años entre algodones. Corrí durante largo tiempo, días y días, hasta que finalmente el cansancio hizo presa en mi cuerpo. Lloré en alguna parte perdida, lloré amargamente y maldije a mi madre y especialmente a Indranna por haberme acostumbrado al amor de la compañía y verme ahora tan sola. A partir de aquel día juré que jamás volvería a dejarme arrastrar por sentimientos tan débiles. La vida es una continua lucha por la supervivencia, como pude comprobar más tarde...

En cuanto a Rogher... tengo algo especial pensado para él...