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lunes, 4 de abril de 2011

Suspiro ingrato de vida muerta

No paraste de repetirme lo único que soy, y negaste querer seguir viéndome.
No paraste de repetirme lo importante que era en tu vida, y no tuviste ni un minuto para verme.
No paraste de repetirme lo que me querías, y ni siquiera me viste.

Invisible fuego que todo lo arrasa...

Caminos que se estrechan y ahogan.
Arroyos que braman con fuerza.
Amenazado quedo del hilo pendiente.

Lloro solo en mi habitación e imagino unos, tan solo unos, brazos que me acunan.

-Suéltame, me molestas...
-¿Es que acaso te molesta que no tenga tiempo para ti?
-No quiero volver a saber de ti en la vida.
-Necesito poder huir de ti...

Huir...

Un pasado que vuelve en forma de balón de fútbol.
Habitaciones gigantes donde me pierdo.
Un sofá roto donde duermo.

Y tan solo la esperanza de que el mundo deje de existir bajo mis pies.

Suspiro ingrato de vida muerta.

La ciudad

Como otro día cualquiera cogí el lápiz y la regla e, inclinando mi cuerpo sobre la mesa, empecé a rasgar líneas sobre el papel de dibujo.
En pocos minutos ya había diseñado una nueva ciudad de blancos y altos edificios, simétricos e idénticos. El sol se colaba por las anchas avenidas con verdes ramblas centrales.
Orgullosa, alcé la lámina y contemplé maravillada la belleza de mi creación. Y así fue como unos breves segundos más tarde saltó de la lámina un habitante, seguido por otro, y otro, y otro, y otro...
La lámina de dibujo cada vez era más pesada, pues a los habitantes que empezaban a saltar y a pasear por las verdes avenidas les siguieron los coches, las motos y los camiones a escala.
El bullicio, el ruido, la multitud empezaron a cobrarse cara mi creación. Llenaron de humo el sol radiante, que se escondió permanentemente tras unas nubes ácidas.
¡Qué decir tiene la tristeza que me embargó saber mi arte tan profanado!
Como entonces en el pasado, volví a descubrir que es mejor jugar con las muñecas de trapo. Ellas nunca cobran vida si no es en una película de ficción.
- ¿Verdad, Shally? -le pregunté a la muñeca que reposaba sobre mi cama al tiempo que rompía en multitud de pedazos la lámina.
- Cierto, ama.