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martes, 27 de diciembre de 2005

Adiós a la Navidad


Ya ha pasado otra Navidad, cuando aún el regusto amargo de la anterior no había acabado de desaparecer de mi paladar, cuando hace aún escasos tres días me llevaba las manos a la cabeza sorprendida por la implacable velocidad del tiempo. Me pregunto a quién intentará pillar… El caso es que ya estamos en unas nuevas Navidades.
Recuerdo que las Navidades de antaño, aunque no me llenaban de espiritualidad -ni en el más puro sentido espiritual ni en ese nuevo espíritu consumista de moda- sí hacía crecer un sentimiento de felicidad que nunca sabía bien bien de dónde o qué procedía. Quizás de las luces que adornaban la ciudad de Barcelona, quizás del frío que sonrojaba mis mejillas… Pero pasado el tiempo, y perdida la vergüenza del todo, ni se me sonrojan las mejillas ni me ilusionan las luces de Navidad, cada vez más escasas en esta gran urbe.
Visto así, estas Navidades se tendrían que presentar cubiertas de un halo tristuzco; no obstante, más bien un sentimiento de apatía absoluta por las fechas se apodera de mi ser, a pesar de mis esfuerzos por evitar tal ¿calamidad?
Es una realidad –otra más en esta colección de realidades- que la Navidad se está convirtiendo en unas simples vacaciones a nuestros ojos. ¿Por qué no rendirme a ese sentimiento y dejarme arrastrar de una vez por la masa? ¿Qué me impulsa a seguir escribiendo Navidad con mayúscula (¿acaso escribo Vacaciones o Fin de Semana?)?

-Quizás tenga algo que ver con la nueva espiritualidad que poco a poco va creciendo en nuestro pequeño mundo agotado… Los caminos convergen, de nuevo…- dice mi pensamiento.

viernes, 23 de diciembre de 2005

Realidades irreales

No sé si os pasará lo mismo que a mi, pero uno de los momentos más tristes que se me presentan en la vida son aquellos espacios de tiempo entre que has acabado de leer un libro y empiezas con otro. Después de compartir una historia de principio a fin, y reproducirla vívidamente en la imaginación, dejándote llevar por cada una de las sensaciones que emanan de las hojas que componen el libro y compartiendo alegrías y desdichas, miedos y bravuras con los personajes protagonistas, cuando llega el final del libro una sensación de vacío, tristeza y añoranza crece en el estómago y poco a poco se va desplazando hacia la garganta para acabar convirtiéndose en un sonido gutural que evoca una pena.
Y es que es curioso analizar las sensaciones que se van desarrollando de principio a fin del libro, el lector enfrascado en historias lejanas a su realidad, que le permiten evadirse de sus problemas cotidianos. Un nerviosismo –o curiosidad, más bien- que se desarrolla ya en las primeras páginas del libro –un libro que sea digno- por saber más, primero de los personajes después del desenlace. Las tentativas, no sé si os pasa, de saber cómo acaba todo, si bien o mal, como se piensa o de forma diferente –algunos lo llaman originalidad-, se acrecentan con el nudo de la historia. En realidad se trata de un nerviosismo que está presente de forma continuada en el estómago, desde que se abre el libro hasta que se pospone su lectura para un momento posterior; un nerviosismo que aún cuando has dejado la lectura hace cinco minutos te obliga a repensar en los últimos parágrafos leídos, en esa parte de la narración de la que ya eres parte implícita.
No sé si alguno de vosotros alguna vez ha experimentado esa simbiosis con la historia hasta el punto de suplantar la propia historia recorrida, llenándola de símbolos lejanos y ajenos por un momento propios. Yo sí. Motivo de más para sentir ese vacío que sucumbe con las últimas palabras del libro.

En fin... ayer acabé “La forja de un túnica negra”, donde se narran las hazañas de Raistlin, uno de los personajes más bien forjados en la historia de la literatura, hasta que se convierte en un hechicero de relevante importancia… un preludio para la historia más apasionante jamás narrada: “Las crónicas de la Dragonlance”. Os lo recomiendo.

Y por supuesto, hoy he empezado a leerme “Las nueve revelaciones” y ya me he embriagado con su extraña narración espiritual, abriendo un mar de dudas metafísicas que hace un tiempo dejé colar en mis bastas tierras yermas. Veamos qué ha florecido desde entonces…

domingo, 11 de diciembre de 2005

"Yo y tú, (s)objetos de lujo" de Vicente Verdú

Empecemos por el principio, ¿por qué yo y tú, y no tú y yo?
Está claro. Todo lo empezamos y conocemos desde el yo y por él hablamos, queremos.

¿Qué es el sobjeto?
Es una criatura nacida de nuestra intensa relación con los objetos, tratados en parte como seres y atributos personales. Pero también se trata de una criatura nacida de la relación con las personas sufridas y gozadas, en parte, como objetos.

¿Y personismo?
El personismo es el producto estrella del capitalismo de ficción, un concepto que expuse en El estilo del Mundo. Se trata de la producción aligerada y desinfectada del tremendo mito de la hermandad humana. Frente al grave peso de la colectividad aparece la conectividad, más superficial, efímera, divertida.

Explica que es la primera revolución cultural del s. XXI... ¿Será la última?
Claro que no. Para este siglo se anuncia un aparatoso cambio antropológico.

¿Y es una revolución para todos los públicos o sólo para menores de edad?
La mayoría de los mayores de edad, entre cortos de vista y limitados de audición, no están para soportar el jaleo de las revoluciones.

¿El libro es un diagnóstico optimista, pesimista o resignado?
Tiene una voluntad optimista. La resignación es la actitud más triste y el pesimismo, la postura más vulgar.

¿También cuando afirma que somos la última generación educada en el culto al libro?
Constituye una atufante obviedad que la cultura del libro está siendo asolada. ¿Por qué no interesarse por lo que viene a continuación?

¿Y cuando afirma que la cultura de consumo está a punto de exterminar la cultura ilustrada?
¿Que si soy optimista a pesar de eso? Cualquier final es el principio de algo y nunca las cosas son mejor que cuando nacen.
Asegura que los jóvenes no leen pero no piensan peor... Algo que niegan especialistas como José Antonio Marina, que consideran que si no leen, están en desventaja y son más manipulables.
Si no leen están en relativa desventaja. Pero nosostros, los del mundo del libro, estamos en desventaja si descartamos sus medios de conocimiento. En mi opinión, nunca han sido los jóvenes más espabilados, más descreídos, más críticos y menos manipulables.

¿No choca esa sociedad volcada en el consumo, con un mundo en el que seis millones de niños mueren de hambre?
La satanización del consumo huele a naftalina. En una proporción muy decisiva, el crecimiento económico en cualquier lugar del mundo debe atribuirse al auge del consumo.

¿Qué papel juega internet en la sociedad del placer?
Internet a creado una conciencia de comunidad planetaria impensable hace apenas una década. Pero, a su vez, internet ha prendido en la sociedad gracias a que en ella se hallaban todos los presupuestos para su éxito, desde el gusto por la información instantánea al deseo de disfrutar de conexiones con los demás, cuanto más lejanos mejor. Esto aparte de su formidable oportunidad en la explosión y desarrollo del mercado global.

¿Sólo leemos para tener algo de lo que hablar?
Leemos, como hacemos con tantas otras cosas, para compartir la vida con los demás y ser queridos en ese intercambio. Compartir las experiencias con los demás es un requisito indispensable para aspirar a ser dichosos o para que las desdichas duelan menos. Quien lee para sí mismo se suicida por falta de destino, decías más o menos Vicente Aleixandre.

¿Cómo puede sobrevivir la universidad al proceso de "autodevoración"?
La universidad, tal como se encuentra, es uno de los colosales y sagrados sujetos agónicos de nuestros días.

Con el panorama que traza, ¿hay plan de estudios o LOE que valga?
Basta observar el aspecto físico e intelectual de quienes van a legislar y el mundo real de los alumnos para predecir la dimensión de la catástrofe.

¿Cómo consigue la sociedad de consumo desterrar a la muerte por incómoda?
La muerte es lo más arraigado que hay pero la cosmética hace milagros. No en vano "cosmética" procede de cosmos y todas las fuerzas del capitalismo de ficción procuran resultados brillantísimos.

¿Qué es eso de feminidad sin mujer?
La feminidad se ha convertido en paradigma de la sociedad contemporánea y al compás del absoluto descrépito del machismo.

¿Y trabajo sin felicidad?
La compatibilidad entre realización laboral y satisfacción personal constituye uno de los principales asuntos de nuestro tiempo. A la creciente exigencia de calidad en los productos seguirá la exigencia del consumidor sobre la calidad de la democracia, en la justicia, en el empleo, etc.

Cuando escribe que el consumo es el rey de la creación, ¿no se estremece?
Mientras se siga teniendo en la conciencia la idea de que consumo es igual a pecado y ahorro igual a virtud, no habremos superado la moral burguesa del XIX.

¿Qué hay de común entre consumidor y ciudadano?
El consumidor es su heredero posmoderno. Un tipo más concreto, más escéptico y más urbano. Más activo, imaginativo y universal.

¿Cuál es su emoción favorita hoy?
El amor, como siempre.

Nuria Azancot