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martes, 24 de agosto de 2010

Vacuna

Suena el teléfono de mi habitación, al tiempo que las paredes se resquebrajan en diminutos pedazos inexistentes.
Mi cárcel se abre ahora a un prado verde, de flores lleno. Árboles vestidos de hojas perennes que un día perecieron para la inmortalidad.
Los pajarillos sobrevuelan en el cielo azul, despejado, radiante, en contraste perpetuo contra el blanco pico de las lejanas montañas.
Recuerdos de una vez que cayó la nieve y las tormentas. Helando mi corazón marchito por el paso del tiempo, en la repetición de la noria incesante.
Recuerdos que se evaporan en el suave calor de esta primaveral mañana. Lejos, lejos... lejos de la ciudad que me mantuvo cautiva tantos años.

He sido vacunada contra los anticuerpos y hoy puedo presumir que me expando en el silencio de la calma apagada.

viernes, 13 de agosto de 2010

Caminos inevitables

Nunca supe como pasó.
Tan sólo aparecí.

Mi vida consistió en… vivir.

Nunca me faltó que comer.
Nunca tuve frío ni calor.
Nunca tuve nada que hacer.

Mi existencia transcurría sin más preocupación que…
Mi existencia trascurría sin ninguna preocupación.

La placidez inundaba cada instante de mi ser.
La calma era total.
Sin miedos.
Sin frustraciones.
Sin caos.

Todo era perfecto.
Demasiado perfecto…

¿Cómo existía?
¿Por qué existía?
¿Quién ha hecho posible que esté aquí…sea donde sea…?
¿Mi existencia es un sin sentido? O ¿tiene sentido y la estoy desaprovechando?

Preguntas que se arremolinaban en mi mente una y otra vez…
Sin respuestas…

Sin respuestas…

Abandonarme a la pereza y la desidia…
Sin objetivos…
Sin razones…
Sin emociones…
Sin…

Las consecuencias de mis actos apáticos estaban por llegar…

Todo estaba conectado…

La deuda debía ser saldada.


Inesperadamente una luz cegadora me perturbó.
Mi sustento empezó a desaparecer.
No podía respirar.
No podía gritar.
Segundos que duran horas…
Dolor en mi cabeza…

Un estrecho túnel se abrió ante mi y me engulló hacía sus adentros.
El infierno me reclamaba.
Traté de agarrarme a algo. Traté de expiar mi culpa.

Nada sirvió…

Y me tragó…

En un instante sentí los golpes…
Sentí el dolor…
Sentí la tensión…
Sentí los gritos…
Sentí el calor…
Sentí las lágrimas…

El infierno estaba al revés…y yo era diminuto.


¡Vaya! Tenía razón…


El infierno…

jueves, 12 de agosto de 2010

La hora

Me ahogo. Una voz en mi cabeza me exhorta a despertar. Despierto cogiendo una enorme bocanada de aire... aunque no siento el aire en mi garganta.
Estoy estirada sobre el suelo de la acera. Los recuerdos de la colisión me llegan a la mente. No parece que tenga graves heridas y no siento dolor.

Me oprime la necesidad de saber la hora. Llego tarde. Sé que llego tarde.

- Disculpe, buena señora, ¿sería tan amable de indicarme la hora?
- ¡¡Carmen, Carmen!! -llaman a la buena señora que se gira y se aleja de mí en pos de su apeladora.

Siento los nervios crecer en mi interior: llego tarde y necesito saber qué hora es.

- Disculpe, caballero, ¿podría indicarme la hora? No llevo rel... -una mirada penetrante silencia mi petición. Y desde ese silencio observo como el caballero marcha sin girar siquiera la cabeza.

Cada vez estoy más tensa. Llego tarde.

- Disculpad, amable pareja, ¿qué hora tenéis? -la pareja se mira en una leve sonrisa ignorando por completo mi petición.

- ¡Eh! ¡Tú! -sin duda me llama a mí.- Sí, tú...
- ¿Yo?
- Llevas un año muerta.

La miro con los ojos desorbitados y, levantando lentamente el rostro hacia mi interlocutora, no dejo de preguntarle:

- Ya sé que estoy muerta pero, ¿por qué tengo entonces esta imperiosa necesidad de saber la hora?



¿Y a dónde llego tarde?