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jueves, 16 de diciembre de 2010

Brindis

Soledad Pastorutti - Brindis
Seguir siguiendo al corazón
y coquetear con la intuición.
Seguir creciendo y esquivando las rutina.
Seguir soñando en un rincón.
Seguir creyendo que hay un Dios
que me endereza de un tirón la puntería.
Siempre me voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.
Tantos desiertos que crucé,
tantos atajos esquivé,
tantas batallas que pintaron mis heridas,
tantos incendios provoqué,
tantos fracasos me probé,
que no me explico como canto todavía.
Y es que siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.
Por esos días por venir,
por este brindis para mi,
por regalarle a la intuición el alma mía,
porque los días se nos van,
quiero cantar hasta el final;
por otra noche como esta doy mi vida.
Tantos festejos resigné,
tantos amigos extrañé,
tantos domingos muy lejos de mi familia,
tantas almohadas conocí,
tantas canciones me aprendí,
que los recuerdos me parecen de otras vidas.
Siempre me voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.
Tantas palizas esquivé,
tantas traiciones me compré,
tantos enojos me hicieron mostrar los dientes,
con mil abrazos me cuidé,
con mil amores me curé;
juntando heridas sigo creyendo en la gente,
siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
pero hoy no.
Por esos días por venir,
por este brindis para mí,
por regalarle a la intuición el alma mía,
porque los días se nos van,
quiero cantar hasta el final,
por otra noche como esta doy mi vida.
Y en esas noches de luna,
donde los recuerdos son puñal,
me abrazo a mi guitarra
y canto fuerte mis plegarias
y algo pasa, pero ya nada me hace llorar.
Yo me abrazo a mi guitarra
y canto fuerte mis plegarias
y algo pasa, pero ya nada me va a cambiar.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Una historia con moraleja


Despierto asomada al umbral de una ventana sita en un antiguo muro medio derruido. A mi alrededor sólo yace el vacío yermo, negrura espesa y gélida. Asomo la nariz a través del hueco de la ventana y ¡nieva! Al otro lado del muro, de forma incomprensible, nieva.
Intento exhalar el aire y cobro conciencia de que no respiro. Por unos instantes siento que me ahogo en medio de la sorpresa inequívoca. Pero al cabo de un tiempo, recuperada la calma, noto que sin respirar sigo viva, o eso creo.
Siento mis piernas enquilosadas y adosadas a la superficie de... ¡tampoco hay suelo! Muevo los dedos de los pies pero no puedo desplazar las plantas, ni caminar, ni siquiera separar las piernas. Mis extremidades inferiores están ancladas a ese vacío absoluto, negándome cualquier posibilidad de acción.
Mis manos se fusionan con el frío de la piedra, provocándome espeluznantes escalofríos. Tampoco puedo moverlas, ni siquiera para rascarme el picor insoportable que empieza a crecer en mi nariz. Cuanto más lo pienso, más me pica...
Privada de cualquier movimiento, me limito a observar lo que me rodea. ¿Para qué vine aquí? ¿Cuál es el mensaje de este lugar? Ciertamente, el frío poco me deja pensar; y fuera, a mi derecha y a mi izquierda nieva... ¡Un momento! Si sólo se trata de un muro, ¿cómo es que no me mojo?
Moraleja: Puede que a veces tengamos la sensación de sentirnos desprotegidos. Pero si buscamos la calma en nuestro interior y no nos dejamos arrastrar, pronto nos daremos cuenta de que siempre hay algo o alguien que nos protege.