Nube de etiquetas

viernes, 10 de diciembre de 2010

Una historia con moraleja


Despierto asomada al umbral de una ventana sita en un antiguo muro medio derruido. A mi alrededor sólo yace el vacío yermo, negrura espesa y gélida. Asomo la nariz a través del hueco de la ventana y ¡nieva! Al otro lado del muro, de forma incomprensible, nieva.
Intento exhalar el aire y cobro conciencia de que no respiro. Por unos instantes siento que me ahogo en medio de la sorpresa inequívoca. Pero al cabo de un tiempo, recuperada la calma, noto que sin respirar sigo viva, o eso creo.
Siento mis piernas enquilosadas y adosadas a la superficie de... ¡tampoco hay suelo! Muevo los dedos de los pies pero no puedo desplazar las plantas, ni caminar, ni siquiera separar las piernas. Mis extremidades inferiores están ancladas a ese vacío absoluto, negándome cualquier posibilidad de acción.
Mis manos se fusionan con el frío de la piedra, provocándome espeluznantes escalofríos. Tampoco puedo moverlas, ni siquiera para rascarme el picor insoportable que empieza a crecer en mi nariz. Cuanto más lo pienso, más me pica...
Privada de cualquier movimiento, me limito a observar lo que me rodea. ¿Para qué vine aquí? ¿Cuál es el mensaje de este lugar? Ciertamente, el frío poco me deja pensar; y fuera, a mi derecha y a mi izquierda nieva... ¡Un momento! Si sólo se trata de un muro, ¿cómo es que no me mojo?
Moraleja: Puede que a veces tengamos la sensación de sentirnos desprotegidos. Pero si buscamos la calma en nuestro interior y no nos dejamos arrastrar, pronto nos daremos cuenta de que siempre hay algo o alguien que nos protege.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te ha parecido? Déjame tu comentario: