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martes, 27 de diciembre de 2005

Adiós a la Navidad


Ya ha pasado otra Navidad, cuando aún el regusto amargo de la anterior no había acabado de desaparecer de mi paladar, cuando hace aún escasos tres días me llevaba las manos a la cabeza sorprendida por la implacable velocidad del tiempo. Me pregunto a quién intentará pillar… El caso es que ya estamos en unas nuevas Navidades.
Recuerdo que las Navidades de antaño, aunque no me llenaban de espiritualidad -ni en el más puro sentido espiritual ni en ese nuevo espíritu consumista de moda- sí hacía crecer un sentimiento de felicidad que nunca sabía bien bien de dónde o qué procedía. Quizás de las luces que adornaban la ciudad de Barcelona, quizás del frío que sonrojaba mis mejillas… Pero pasado el tiempo, y perdida la vergüenza del todo, ni se me sonrojan las mejillas ni me ilusionan las luces de Navidad, cada vez más escasas en esta gran urbe.
Visto así, estas Navidades se tendrían que presentar cubiertas de un halo tristuzco; no obstante, más bien un sentimiento de apatía absoluta por las fechas se apodera de mi ser, a pesar de mis esfuerzos por evitar tal ¿calamidad?
Es una realidad –otra más en esta colección de realidades- que la Navidad se está convirtiendo en unas simples vacaciones a nuestros ojos. ¿Por qué no rendirme a ese sentimiento y dejarme arrastrar de una vez por la masa? ¿Qué me impulsa a seguir escribiendo Navidad con mayúscula (¿acaso escribo Vacaciones o Fin de Semana?)?

-Quizás tenga algo que ver con la nueva espiritualidad que poco a poco va creciendo en nuestro pequeño mundo agotado… Los caminos convergen, de nuevo…- dice mi pensamiento.

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