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martes, 17 de marzo de 2015

D&D - La forja de las almas

En una taberna cualquiera de Sembian, un día cualquiera, en mitad de la noche, se le pudo oír a Edana relatar la siguiente historia. Los espectadores, si es que se les puede llamar así, iban cambiando sin mucha conciencia de la pícara, más ebria que sobria.
-¡Traedme otra cerveza, tabernero!
No es cosa baladí entrar a las filas de un nuevo grupo. Los compañeros de viaje, de aventuras o de misión son tu mayor salvaguarda en los momentos críticos. Eso es algo que he aprendido a fuerza de bien, con muchas decepciones por el camino, todo hay que decirlo. Así que como siempre los nervios del primer momento se apelotonaron en mi estómago y por un momento olvidé las condiciones de cómo llegué a parar a la ciudad de Derlum... Diría que más que nervios era la excitación del momento, esa pequeña chispa que me hace sentir viva como cuando veo que la vida se escapa de los seres que prueban mis estoques (y dentro de poco el tabernero si no tiene a bien traerme mi cerveza); lo veo en sus ojos suplicándome piedad, llenos de pavor, para finalmente quedar vacíos de vida...
-¿Dónde está esa maldita cerveza? ¡Oh, sí! Más vale que traigas aquí el brebaje si no quieres que te vacíe los cuencos de los ojos, ¡maldito estúpido!
Ehhh... decía... El nuevo grupo me pareció sorprendente, dispar, y bastante poco común en comparación con los grupos que fui encontrando con anterioridad. En primer lugar está esa Ank, de la familia Ifren en Derlum, cuyo secreto me tiene intrigada. ¿Una humana que camina tan alegremente en la oscuridad? Uhm... Por cómo se movía, por su destreza con los estoques... me temo que no es muy diferente a mí. ¿Qué motivaciones puede tener alguien para esconder su apariencia ante los demás? A fin de cuentas, una es lo que es, y no debería avergonzarnos quienes somos. Aunque, ¿quién soy yo para juzgar eso cuando vivo mi vida en base a mentira sobre mentira? [risotada]. Hay veces que mi pasado se me olvida por completo, los rostros de las gentes que un día quise... ¡¡qué lejos quedó todo aquello!! Aunque aun no he olvidado mi propósito último en mi vida. [Largo silencio] No, Rogher, no me olvido de ti, ¿cómo iba a hacerlo?
Dando unas palmadas en la espalda del tabernero que finalmente le acerca su cerveza a la mesa, da un largo trago casi vaciando la jarra.
¿De qué hablábamos? ¡Ah, sí! El nuevo grupo... ¿Y ese semiorco? ¡¡Kragh!! Parecía fuerte y por un momento me hizo temer por mi vida cuando se nos enfrentó en las cloacas, pero bastó un par de estocadas para reducirlo. Siempre he creído que en este mundo existen seres que aparentan mucho y luego no son nada, y a la inversa... como aquel estúpido niño marcado de tatuajes... La intervención de Ank fue decisiva para reducirlo, aunque por un momento vi la duda en sus ojos. ¡Cuando hay un enemigo no debe haber dudas para matar! No importa si el enemigo fue amigo antes, ¡¡eso de la amistad está sobrevalorado!! Sentimentalismos... debilidades... y al final de todo eso, la muerte. Un descuido o la duda en el momento inoportuno puede tener consecuencias desastrosas. Siempre digo lo mismo: he visto morir a tanta gente por dudar cuando se tenía que matar...
Un golpe en la mesa termina por despertar a los pocos “espectadores” de Edana.
Una aasimar y una elfa completan el grupo. ¿Qué puedo decir de seres tan despreciables? Siempre con su sentido ridículo de la justicia. ¡Bah! Parecen todos hechos por el mismo patrón... Espero que Earanel y Zorya sean diferentes... porque soportar a una debe ser un calvario, pero a dos...
*** 
Escrito en el diario de Edana la siguiente noche en que se sucedieron los hechos:
Veréis, por motivos que no vienen a cuento, se me asignó la misión de proteger los intereses de la familia Dralax en el caso del robo en uno de sus almacenes. La “tranquila” y “apacible” ciudad de Derlum donde toooodo el mundo se lleva bien. Sí, claro...Vidas de señores y sirvientes... La misión parecía fácil: matar al ladronzuelo que había osado robar a la familia; y el plan no era menos sencillo: esperar en el almacén a que volviera. Era evidente que iba a volver, con todo aquel botín esperando... Lo que no me esperaba era encontrarme con esos putrefactos inmunes a mis ataques más devastadores... ¿cómo se llamaban? ¡¡Ghouls!! ¡Oh! Aun tengo su olor clavado en mi memoria, ¡qué nauseabundo! Afortunadamente, mi nariz está hecha para todo y pude tolerar con bastante acierto las consecuencias. Parece ser que estos putrefactos se colaron por la alcantarilla que hay en el centro del almacén; cómo fue a parar la llave a sus manos es un misterio, aunque no me gustó la actitud de Kragh en cuanto a la llave, y eso me preocupa. ¿Tendrá alguna relación con estos seres? Quizás fuera él quien les entregó la llave, y de ahí su interés por guardarla “a buen recaudo”... ¿Quizás le convino dejarse controlar por la estatua para atacarnos y quitarnos de en medio? Informaré de mis sospechas a la dama, por si ha de tomar buena nota de la relación con la familia Kraza.
El caso es que supongo que el olor nauseabundo debió afectarme de alguna forma porque cuando bajamos a las cloacas mi sentido del silencio quedó en evidente entredicho. Fue un milagro que saliéramos de ahí con vida y eso es algo que no puedo permitirme que vuelva a suceder. Mi descenso fue tan desafortunado que debí alertar a todos los seres que habitan en las cloacas y más allá de nuestra presencia. Aunque mucho me temo que el resto del grupo no quedó menos afectado, especialmente la elfa que tampoco estaba en su mejor momento para guardar silencio en la avanzadilla, por no hablar de su vómito interminable... ¡dioses, jamás había visto vomitar de esa forma a nadie! ¡Qué horror!
Tras un encuentro rápido con unas arañas, llegó el momento del encuentro con la estatua con vida, el Eidolon. Fue en ese preciso instante cuando descubrí la utilidad de la elfa salvaje: ¡menudos flechazos! Nada que ver con la anterior elfa salvaje que conocí, desde luego. ¿Cuál era su nombre? ¡Bah! Poco importa... Su ataque a distancia es digno de mis reconocimientos y puede serme de gran utilidad su amistad en los momentos más críticos. Quizás subestimé inicialmente a la elfa sucia... Quizás deba agraciarme con ella para estar más segura dentro del grupo...
Lo cierto es que el enfrentamiento contra el Eidolon fue largo y tedioso. Kragh y Zorya cayeron bajo su voluntad y nos atacaron ferozmente, aunque conseguimos reducirlos sin problemas. La estatua fue dura de roer, y sólo las fieras flechas de la sucia elfa conseguían hacerle algo. Y el perro... ¡había un perro! ¿Qué puedo decir del perro? De aquí para allá sin hacer nada, estorbando, provocando trompicones... No sería de extrañar que le cayera algún estocazo “sin querer” el día menos pensado... En cualquier caso, finalmente conseguimos reducir al enemigo y la victoria cayó de nuestro lado. Este grupo es más organizado a la hora del combate que el anterior... Nos llevaremos bien...