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martes, 27 de octubre de 2009

Pálida muerte

Levanto los ojos y me encuentro en el sitio equivocado. Quería evitar la eterna rueda que siempre gira. Llueven piedras que hieren mis carnes y mi pensamiento huye al refugio. La persona ha sido equivocada y las dudas corrosivas de mi carácter me volvieron a hacer prisionera de esta permanente cárcel. Palpo con las manos el polvo de los siglos acumulado. Huele a viejo, a humedad.

- ¿Quién está ahí? -silencio.

Esperanza, vana ilusión de un futuro siempre imaginado, engañosa trampa para huir de nosotros, del aquí, del ahora. Quise creerte, quise quererte. Creí amarte, creí querer. Quizás mañana. La noche cae y las estrellas corren despavoridas a esconderse del frío. Ni tan siquiera la luna osa saludar y el fuego de la hoguera ya dejó de arder dejando tras de sí un humeante recuerdo escindido.

- ¿Qué es lo que debo hacer? -silencio.

Dudo incluso de la veracidad de mis palabras. ¿Fui engañada y por quién? La pirata más tramposa de los tiempos me espera en el umbral con su pérfida sonrisa... Saborea el dulzor de la victoria largamente esperada mientras mi fracaso se me clava patéticamente en el corazón. Huele a sangre, huele a muerte. Y el dolor recubre el telón del fondo tiñéndolo todo de mayor ceguera.

- ¿No existe escapatoria de esta prisión? -silencio.
- ¿No existe salida para esta cárcel? -silencio.
- ¿Dónde está la llave maestra que ha de abrir el camino? -silencio.

Silencio, silencio, silencio... cuando es tiempo de pasión.