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lunes, 2 de noviembre de 2009

Apología de una tontería

La mañana dormida transcurre lenta, demasiado lenta para mi gusto. Sin embargo, dejo espacio para las sonrisas. Aceptar, respetar: bonito juego de equilibrios. En la lentitud, corremos para salvar cinco minutos de tiempo, para llegar pronto a ninguna parte. Paramos y continuamos. No me gusta tener que correr, ¿por qué estoy corriendo? No he llegado a formularlo en voz alta.

Quizás fue para tanto y, sin embargo, no es eso lo que importa. Intento trascender el pasado y busco simplemente seguir corriendo. Pero me doy cuenta y el coche está frenado en medio de la calzada. "¡¡Sí, hombre!!". Hay algo que no entiendo... "¿Voy a disculparme por algo que he hecho mientras dormía?". Disculparse, tan sólo es una forma de la función comprender.

Creo que me he perdido... Hoy, la dignidad de uno cualquiera debería estar por encima de todos los otros. Si miro a mi alrededor, puedo ser lo suficientemente escrupulosa como para desprenderme del cordón umbilical y levantar la cabeza por encima de los otros hombros. Y, sin embargo, valemos tan poco en estas condiciones... ¡Esta música es realmente patética!

Solos somos seres frágiles que debemos defendernos con uñas y dientes. Intento volver a conectarme a lo que me rodea pero a veces me resulta tan complicado... Me siento en una piedra e intento responderme por qué de repente me sueltas la mano entre sonrisas... Y las legañas, entre tanto, nublan el mundo a través de mis ojos. Valemos tan poco las personas...

En un segundo, el mundo se invierte a sí mismo, cambia su rumbo y el sol corre a esconderse tras las nubes. No dejo de preguntarme dónde está el error... ¿por qué no?

¿Por qué?

Me siento tan incomprendida tantas veces...

¿Por qué?

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