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domingo, 15 de noviembre de 2009

Elevación

Levantan las persianas de la casa sin puertas. Apenas se escucha el sonido del motor desde la lejanía. La inmensa casa se abre a la nueva luz del día. Fuera la rosada aun no ha acabado de desaparecer pero el hogar arde con la calidez suficiente como para que pase desapercibida. Si respiro sobre el cristal, puedo ver como éste se queda clavado en la superficie.
- ¿Ya estás lista? -el sol baña el interior con sus rayos. Y poco a poco los niños van llegando.
- Sí. -tomo otro sorbo del té de la mañana.
La vecina se asoma a una de las ventanas de la inmensa casa sin puertas. Me saluda y asiente con la cabeza. Parece que también están preparados. Le sonrío en señal de respuesta.
Los verdes árboles se mueven al compás de un ligero soplo que una nube exhala desde el horizonte. Miro fijamente la nube. Es oscura y tentadora. Pongo mis manos sobre el cristal que aun mantiene el vaho de mi respiración. Noto el frío del cristal y por un momento mi cuerpo tiembla. Noto la mirada de la nube puesta en mis ojos y me cautiva. El tiempo se acelera en toda la quietud de este instante. Aprieto las yemas de los dedos en la ventana. Los niños se detienen contemplativos. La vecina corre a la ventana, esta vez con el gesto serio.
- De... sa... pa... rece... -frunzo el ceño.
Tic, tac...
Tic, tac...
El tiempo corre despavorido hasta hacerse imperceptible.
Los rayos del sol se imponen al frío de la ventana. El fuego en la chimenea crispa y se hace más grande. Los niños miran la nube.
- Ya está todo preparado, señorita. -una voz suena tras de mí.
- Gracias, Roger. -respondo sin apartar la mirada de todo mi centro.
Una ligera sonrisa se apodera de mi ser.
- Esta vez no.
La vecina ha salido de su inmensa casa sin puertas. En su paso apresurado se detiene un momento para contemplar la nube. Está lejos, cada vez más lejos.
Con las manos sobre el cristal borro un pasado ya inexistente. ¡Sí!
Los niños van pasando aun anodadados. La nube ha desaparecido y el paisaje ha quedado despejado. No puedo evitar recordar una sonrisa.
- Roger, toma las llaves. Ya sabes lo que tienes que hacer. -Me giro para terminar de darle énfasis a esto último que le he dicho.
- De acuerdo... ¿volveremos a vernos? -su semblante es serio.
- Esperemos que sí... aquí o en el Párnaso. En cualquier caso... no olvides que te quiero.
- Yo también la quiero mucho, señorita.
Los niños están en la sala, esperando.
Toma las llaves...

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