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martes, 8 de octubre de 2013

La reina y el doncel


Había una vez en un lejano y próspero reino una antigua y sabia reina conocida por todos por su bondad y su buen hacer. En la corte de la reina vivía también un joven y hermoso doncel del que la reina estaba enamorada desde el primer día que lo vio.
Sucedía también que los ciudadanos del reino estaban preocupados, pues su reina contaba ya sus últimos años de vida y aun no se había casado ni dejado descendencia. Tal era la preocupación que un buen día el consejero de la reina así le preguntó:
- Amada reina, sois ya anciana y sin embargo no os habéis desposado. ¿Acaso no encontráis agradables ninguno de los donceles del reino?
- Mi querido amigo -respondió la reina,- los donceles del reino son todos ellos hermosos, sin lugar a dudas, en especial uno entre todos. Sin embargo, no soy digna de él y no puedo desposarme si no sé a ciencia cierta que puedo hacer feliz a mi esposo.
Escuchando esto, un anciano que por allí pasaba se dirigió a la reina:
- Mi buena Señora, sois bondadosa y justa. Las gentes del reino os adoran. ¿Qué doncel no podría sentirse amado por vos? ¿Acaso pide el árbol, la flor o el pájaro permiso para existir? Entonces, ¿por qué poner barreras al amor? Dejad vuestro empecinamiento por dominar la naturaleza, coged el camino de la sabiduría y no os apartéis de él. El amor, en tanto que parte del todo, sabe encontrarse a sí mismo.
Fue así como la reina se casó con su doncel y fruto del amor nació una princesa también noble y sabia en sus acciones que dio mayor prosperidad si cabe al reino.
Y todos fueron felices por largo tiempo.

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