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viernes, 13 de agosto de 2010

Caminos inevitables

Nunca supe como pasó.
Tan sólo aparecí.

Mi vida consistió en… vivir.

Nunca me faltó que comer.
Nunca tuve frío ni calor.
Nunca tuve nada que hacer.

Mi existencia transcurría sin más preocupación que…
Mi existencia trascurría sin ninguna preocupación.

La placidez inundaba cada instante de mi ser.
La calma era total.
Sin miedos.
Sin frustraciones.
Sin caos.

Todo era perfecto.
Demasiado perfecto…

¿Cómo existía?
¿Por qué existía?
¿Quién ha hecho posible que esté aquí…sea donde sea…?
¿Mi existencia es un sin sentido? O ¿tiene sentido y la estoy desaprovechando?

Preguntas que se arremolinaban en mi mente una y otra vez…
Sin respuestas…

Sin respuestas…

Abandonarme a la pereza y la desidia…
Sin objetivos…
Sin razones…
Sin emociones…
Sin…

Las consecuencias de mis actos apáticos estaban por llegar…

Todo estaba conectado…

La deuda debía ser saldada.


Inesperadamente una luz cegadora me perturbó.
Mi sustento empezó a desaparecer.
No podía respirar.
No podía gritar.
Segundos que duran horas…
Dolor en mi cabeza…

Un estrecho túnel se abrió ante mi y me engulló hacía sus adentros.
El infierno me reclamaba.
Traté de agarrarme a algo. Traté de expiar mi culpa.

Nada sirvió…

Y me tragó…

En un instante sentí los golpes…
Sentí el dolor…
Sentí la tensión…
Sentí los gritos…
Sentí el calor…
Sentí las lágrimas…

El infierno estaba al revés…y yo era diminuto.


¡Vaya! Tenía razón…


El infierno…

1 comentario:

  1. Somos despreciables (en un sentido matématico) ante la inmensidad del mundo.

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