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viernes, 26 de junio de 2009

Nueve horas

- Toc, toc...

El reloj acaba de marcar las tres del mediodía. Hace 9 horas que te fuiste dejando este vacío de soledad en el piso. El aire se niega a entrar por la ventana, temeroso de perderse en la tristeza que me inunda. Me duele el pecho y mis ojos gritan el llanto de los últimos días. ¿Por qué te fuiste dejándolo todo tan seco de tu alegría?
¿Fue hoy? ¿Fue ayer? No recuerdo cuánto hace del ajetreo al retirar tu cuerpo yermo. ¿Vino alguien a visitarte? ¿A darme el pésame? No tengo conciencia de estas últimas horas y se me agolpan imágenes de gente, y tú estás en medio de todas ellas con tu sonrisa... con tu sonrisa...
¡Qué fácil lo hacías todo con solo tocarlo! Los problemas a tu lado nunca fueron tales. Impregnabas de sabiduría lo que mencionabas. ¡¡Qué lejos ha quedado todo aquello!! ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?

Pasarán los años pero nunca me acostumbraré a vivir sin ti y me imagino que todas y cada una de las mañanas seguiré viendo tu sonrisa a través del espejo del baño mientras lavo mis rojos ojos, dolidos de tu muerte.

- Creo que pican a la puerta...

1 comentario:

  1. Llevo retraso en leerte, mucho retraso, espero en breve ponerme al día.

    Cada texto tuyo me sorprendre por lo bien que usas la palabras, con lo mucho que expresas.

    Es la muerte un abismo de dificil comprensión para los que quedamos al otro lado. Una dura verdad muy complicada de asimilar. Yo no sé hacerlo. Soy cobarde y egoista, ,prefiero que el olvido que se lleve los recuerdo y el dolor, porque no se separarlos. No se salir indezne de esa terrible añoranza.

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