Sonó el despertador como cada mañana y fue entonces cuando empezó mi sueño. En él me levantaba de la cama, me duchaba con agua caliente y reconfortante para terminar de despejarme y me vestía con mis ropas habituales. Después de comer, en el sueño salía a la calle para encontrarme con una persona nueva en mi vida, una persona que entonces aun no sabía iba a brindarme nuevas ilusiones; el encuentro trancurría de forma fluida a pesar de los incontables silencios que, lejos de tensionar el ambiente, generaban complicidad y armonía. En el sueño, después de despedirnos mi nuevo amigo y yo, regresaba a casa contenta con una nueva disposición a hacer frente a las piedras de mi camino. Tras cenar, en el sueño me puse a estudiar con energía renovada en mis estudios para la entrega del próximo 28 de diciembre. Y en el sueño, se me ocurrió al final del día relatar un cuento que explicara un día corriente entre tantos, un sueño.
En verdad que a veces el despertador es un cuento.
En verdad que a veces el despertador es un cuento.
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