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viernes, 12 de marzo de 2010

Realidades

Miro a través de mi ventana virtual. Al final de los bytes puedo atisbar un ápice de tu vórtice. Te siento destruido, derrotado. Y sin pensarlo, pulso la secuencia de teclas que me llevan a darte el golpe final que debe dejarte definitivamente sin aliento. K.O.

El griterío del público cibernético irrumpe en el silencio de la sala dejando de fondo e crepitar del fuego en llamas. Deslizo la silla para apartarme de la mesa, escojo una de las múltiples botellas de agua que me sirven de compañía y doy un largo trago hasta sentirme inundada de oxígeno. Después, pierdo la mirada más allá de los cristales de mi ventana tangible.

Y sin embargo, ¿cuál es la real?

A través de ella visualizo un ligero pájaro que se acerca tímidamente a mi alféizar. Cierro los ojos tres veces intentando asegurarme de que no picotea el cristal para llamarme. Haciendo caso omiso de mi perplejidad, el pájaro desliza un sobre por debajo de la ventana. Es una carta sin remitente, puedo apreciar antes de hacer ningún ademán de cogerla.

Para cuando despierto de mi ensoñación el pájaro ya ha volado. Y sin embargo, la carta sigue allí. Aunque ahora dudo de si su presencia era anterior a la visita del ave.

Alargo la mano...
El fuego me chilla desde lo más profundo de su esencia.
Mis dedos rozan la carta...
Fuera azota el viento contra los árboles.
La cojo...
La acerco...
Y un aullido lejano rompe en mil pedazos lo que sujeto en mi mano, dejando miles de pedacitos de cristal esparcidos por el escritorio.

De aquella carta no quedó nada salvo el recuerdo incierto de lo que había pasado.

Mi ordenador emite un sonido estridente. Acaba de llegarme un correo electrónico. Despejando mi cabeza de los últimos acontecimientos, lo abro y lo leo. Es de mi buen amigo muerto. Es escueto, demasiado escueto...

En la carta encontrarás unas instrucciones para reunirte conmigo.

Tu ventana asoma desde la profundidad de una realidad virtual. Asomo mi nariz y veo que me estás invitando a otra partida. De acuerdo, parece que hoy quieres morir unas cuantas veces. Aceptar.

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