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jueves, 8 de abril de 2010

A mi hija

Querida hija,
estás a punto de iniciarte en el aprendizaje de la vida y he considerado oportuno transmitirte cuatro advertencias que quizás, y sólo quizás, puedan orientarte para estar a gusto en este mundo. Obviamente, no pretendo hacer de esto una lección de vida y sólo tú sabrás si hacer uso de mis advertencias es algo útil o fútil para ti.

En primer lugar quisiera advertirte de que el mundo está repleto de caminos que te proporcionarán diferentes formas de recorrerlo. Encontrarás caminos breves y caminos eternos, atajos y caminos laberínticos; caminos angostos, caminos llanos, caminos peligrosos, caminos ocultos; caminos...
Las posibilidades serán tantas como puedas alcanzar a imaginar, y las opciones de recorrer uno, otro, o todos siempre estará en tus pies. Y es que nadie más que tú tiene poder para decidir por ti tu camino; así pues, camina en libertad y sé dueña de ti misma.

Verás que para recorrer esos caminos sólo dispones de ti misma. A lo largo de la vida podrás encontrarte con personas que te acompañen parte del camino, personas que sencillamente se crucen contigo, personas que adelantes o te adelanten; personas... y a veces nadie.
Nadie excepto tú que siempre estarás contigo. Es entonces cuando volverás la mirada a ti, a tus pies, para cuidarlos y protegerlos, para comprenderlos, para amarlos; porque son ellos, tú, el bien más preciado que tendrás a lo largo de tu existencia.

Por muy fugaz que sea el tiempo que compartas con las personas que se crucen en tu vida, no olvides observar y aprender, pues en cada una de esas personas se esconde una sabiduría milenaria que puede serte de gran utilidad en tu proceso de caminar. Guarda los silencios con gran recelo, pues siempre es mejor ser amo de aquello que callas que esclavo de tus palabras. Y por encima de todo no juzgues, acepta y respeta al que tienes al lado, pues nunca sabes qué senderos le han conducido hasta ti.

Finalmente, quisiera advertirte además de que éste es un mundo en perpetua construcción que busca, como todo lo propio en el universo, su equilibrio. Verás en él leyes del bien que operan enfrentadas a las leyes del mal; ambas decantan la balanza en un infinito vaivén armonioso unas veces, abrupto otras tantas. Entonces recordarás que tú formas parte de este mundo y, por tanto, eres persona activa en su proceso de construcción: tu contribución puede ayudar a decantar la balanza hacia uno u otro lado. Sé siempre consciente de tus limitaciones y de tus virtudes y actúa de acuerdo con tus propias convicciones. Transforma.

Estas son las advertencias que una ciudadana del mundo puede darte en el día de hoy. Y sin embargo, espero que cuando leas esta carta seas lo suficientemente crítica para valorarla en su justa medida: como una opinión más que se suma a la de millones de personas que conformamos el hermoso puzzle del aquí y ahora.

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