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jueves, 22 de abril de 2010

Diario de un Mago

Diario de un Mago. 22-4

Pondré hechos importantes que vayan sucediendo.

Si algún día alguien encontrara este diario, espero haga un uso adecuado.

Aquí en mi recóndito escondite donde casi nadie llega jamás, reflexiono sobre unas visitas que se repiten a menudo últimamente.
Viene a visitarme cada día a la misma hora: las 5.17. Elige casi siempre esta hora intempestiva aunque a veces, su presencia llega a horas muy dispares. Su abrazo me hace sentir vivo, pero sus repetidas “autoinvitaciones”, he de decir que comienzan a sobrepasarme. No, no es que no la quiera pues la amo ya que, sin ella, no habría conocido tantas cosas, no habría aprendido nada… Sus argumentos siempre son muy difíciles de rebatir y cuando encuentro algo de peso con que defender mi postura, suele sorprenderme con algo tan simple como demoledor. Sus brazos son alargados y cuando me envuelve casi puedo por mucho ruido que me rodee, oír como algo en mi alma se rompe. Ella acapara toda mi atención y nada más parece tener el peso que mi cabeza me grita que tiene. Todas las demás quedan a un lado cuando se presenta por sorpresa y toda su magnitud me hace empequeñecer de tal modo que cualquier cosa queda injustamente absorbida, cualquier hecho pasa cruelmente a un segundo plano por magnífico que sea o haya sido… y solo queda en mi ese eco de cristales rotos que indica que algo se ha roto en mi alma. Es omnipresente, se hace llamar Tristeza.

No parece haber hechizo que pueda con ella.

Mis últimos experimentos sólo han conseguido menguarla momentáneamente.

Sigo trabajando con ahínco en una poción que pueda funcionar.

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