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jueves, 2 de abril de 2009

¿Dónde está el error?

Empiezas a cenar y ves la mesa repleta de abundancia en lo que tímidamente coges un bocado, lo saboreas y quieres más. Coges otro, lentamente, disfrutando de cada minuto y te convences que eres feliz en esa silla, delante de toda esa comida.
Alargas el brazo para saborear aquel plato más apartado y te tiembla el pulso de tan solo pensar que puedes temblar y echar el bocado a perder. Finalmente, la delicia llega a tu boca en aguas por lo que ahora estás mucho más convencido de que te esperan minutos de gloria, quizás horas, quizás días... el final se ve lejos y es casi imperceptible.
Siguen el cuarto y quinto bocados, y el sexto y el séptimo... Empiezas a perder la cuenta cuando percibes que propiamente estás comiendo para lo que sería un puritano de la Real Academia. No puedes dejar de sonreír en todo tu esplendor pues todo está delicioso, todo está al alcance y es factible llenándote de paz y de felicidad.
Sigues comiendo y de repente aprecias que la rutina se ha instalado. Haces por desprenderte de ella cambiando el ritmo de los bocados, el orden de estos mismos. Picoteas aquí, picoteas allá. Y vuelves a sentirte bien.

Confías que la cena va a durar para siempre... pero de repente suena el teléfono. Una voz al otro lado te recuerda que todo es un sueño, que la realidad es dura, difícil, y que vuelves a estar en aquel agujero del que tanto te costó salir.
Empiezas a recordar con cierta reticencia los últimos hechos. No te dio la oportunidad. Perdió la confianza en ti. Te despreció. Te ignoró. Y finalmente, te abandonó. Sientes un dolor agudo en el pecho, y el vacío en el estómago. Sabes que estás a punto de colapsarte, de volver a la ansiedad. Recuerdas a gritos al mundo que tú no pediste venir.

¿Dónde está el error?

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