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jueves, 30 de abril de 2009

Puzzle

Hacía meses que ensayaban el número. Ya sólo quedaban tres días para el gran día. Se habían desplazado millas de sus respectivos puntos de origen. Hacía tan solo cuatro horas que se conocían. Según el pacto, tocaba hacer el ensayo conjunto hasta que saliera a la perfección.
Eran pioneras de un nuevo método de ensayo a distancia. En estos tiempos en los que crear grupos de música, de baile, o de cualquier cosa tradicional o imaginable estuviera de moda, este método abría nuevas posibilidades para crear grupos de famosos a distancia. Lo más imprescindible: un ordenador potente y una buena conexión a la Red.
Desde sus respectivas casas habían ensayado juntas durante estos meses. ¿Cuántos habían pasado? ¡¡Ya casi un año!! El día del evento precisamente harían su primer año con-juntas.

Desde el primer momento se cayeron bien aunque no intimaron demasiado. Cada una tenía su vida y esto no era más que un hobbie compartido. Sin embargo, ahora que estaban la una enfrente de las otras, lamentaban no haber aprovechado más este tiempo para compartir cosas más profundas.

- De acuerdo, chicas, si conseguimos que el ensayo conjunto sea un éxito en un breve espacio de tiempo nos quedarán muchas horas hasta el día del evento para hacer cosas juntas. Esta ciudad parece esconder muchos secretos interesantes... ¡¡ya me entendéis!!-. Un chico pasaba por delante de ellas.

Entre risas y dobles juegos de palabras sellaron un pacto. En tres horas máxime tenía que estar todo listo. El manager debía estar contento rápidamente para que les concediera tiempo libre.

Y así lo hicieron. A la dos horas y media ya habían sincronizado todos los movimientos, todas las voces y todo lo que tuviera que sincronizarse. Así fue que el manager les concedió libertad condicional hasta dos horas antes del evento. Disponían de dos días y 13 horas para ellas.



Un día se me ocurrió abrir una carpeta y guardar una hoja en blanco. Tres años me tropecé con aquella carpeta de nuevo. Ya no me acordaba de ella. La abrí y continuaba conteniendo aquella hoja en blanco. Bien, ahora la hoja ya no estaba en blanco sino en amarillo... ¿Realmente habían pasado sólo tres años?

Me levanté de la silla y me dirigí al aseo. Iba con la barbilla apoyada en mi pecho. Me coloqué delante del espejo y levanté la cabeza con los ojos cerrados. Ritualmente, abrí los ojos con un harmonioso y acompasado movimiento de hombros.

Allí estaba yo con mi luenga barba blanca. Era la misma imagen que una vez viera en mi abuelo, y en mi bisabuelo, y en mi tatarabuelo... Habían pasado realmente 68 años y había envejecido de forma rápida y cruel.

Normal que la hoja estuviera amarillenta ya...

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