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domingo, 5 de julio de 2009

Palabras del destino

En una remota ciudad, de un remoto país, de un remoto mundo, vivía uno de los seres más perezosos que jamás han existido o existirán.
Se trataba de un personaje curioso. Era trabajador como pocos, realmente trabajador. Pero en el resto de los aspectos de su vida la pereza le invadía hasta ahogar cualquier rescoldo de hacer nada. Y era comprensible. Era un teórico de la filosofía aplicada a los campos gravitacionales estacionales de las lunas magnéticas de los discos de Izara. Esto suponía pensar, pensar y volver a pensar.
Tanto era así que en sus momentos de ocio aborrecía hasta pensar que hacer.
Y eso era un problema.
Pese a ser tan perezoso el hecho de ser a su vez tan trabajador le provocaba mucho estrés. Necesitaba una vía de escape...pero entonces se ponía a pensar y...perdía cualquier gana de hacer cualquier cosa.
Fueron pasando los días, las semanas, los meses, los años, las décadas, los milenios...y su pereza aumentaba junto con su estrés.
Llegó a estar tan estresado que realizando un trabajo titánico, tratando de evitar la pereza y la desidia, ideó como sacar su estrés fuera de su cuerpo.
Tuvo una gran idea. Dado que cada vez que pensaba algo acababa por desecharlo por el mero hecho de haber de pensarlo...decidió que otra cosa decidiera por él. De esta manera la pereza de pensar estaría neutralizada y podría entregarse a cualquier otra actividad sin desgaste neuronal.
Cogió un dado. Un dado cualquiera de seis caras como el que podemos encontrar en cualquiera de los planetas habitados con vida inteligente de las treinta y siete galaxias del universo Cask. Asignó a las caras del dado que contenían números, otras aplicaciones escogidas a su elección que pensó serian ideales.
Así fue como el 1 se convirtió en ver la tv; el 2 en leer; el 3 en sexo; el 4 en ir a un bar; el 5 en amar; y el 6 en ir a una sala de fiestas.
Cada vez que tiraba el dado aceptaba la resolución a seguir. Nunca se planteó volver a tirar el dado si no le convencía la decisión. Era cosa del destino. Si el destino quería que algo pasará el dado lo indicaba. Todo pasó a ser muy sencillo. Ya no pensó más cuando no debía y su vida fue feliz y larga.
Pero un día algo estremeció su mundo.
Tras un agotador día de trabajo donde resolvió el problema de la teoría de cuerdas aplicadas a los terrenos petrificados del mundo subyacente de los pusicorantes, alguien llamó a su puerta.
Se trataba de una hermosa hembra de su especie. La conocía. Secretamente la había deseado durante tanto tiempo que no sabía como reaccionar. Plantada frente su puerta le dijo:

-Quiero fusionarme contigo.

Él estaba tan acostumbrado a no pensar fuera del trabajo que no supo que hacer. Trataba de pensar en que decir, en que hacer, pero su cerebro estaba fuera de servicio.
Así que cogió el dado como solía hacer...y lo tiró...y lo tiró..y lo tiró...y lo tiró...y lo tiró y lo tiró...
Tras 57 lanzamientos el dado sacó un 3. Entonces paró de lanzarlo.
El destino había hablado.

3 comentarios:

  1. Bua! Sencillamente genial. Jugando a ser dioses y a controlar el destino... :)

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  2. Jejeje... la Fortuna es una diosa con un sentido del humor muy irónico

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  3. Cuando el amor, o el sexo, entra en escena ¿quién necesita pensar?

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